Salvo el gobierno, nadie cuestiona que la inflación se devoró los salarios pactados en las paritarias.
Por este motivo, crece la reacción obrera reclamando un bono de fin de año, por la reapertura de las paritarias y el fin del impuesto al salario.
Esto reclaman los petroleros de la Patagonia y también la huelga bancaria.
O la lucha de los metalúrgicos de Aluar, resuelta con el método de las asambleas.
El reclamo por el salario explica también el paro contundente de la docencia bonaerense, motorizado por los Suteba combativos.
El gobierno, en el colmo del cinismo, les ha negado a los jubilados un bono de fin de año, con el argumento de que “no es necesario”.
Mientras tanto, el gobierno sí remunera a los otros “bonos” -los que tienen los especuladores financieros- con beneficios usurarios.
La burocracia sindical ha dejado librados estos reclamos a los arreglos por empresa. Así, renuncian a una lucha de conjunto.
Pero la marea sube por los salarios y las jubilaciones.
El programa planteado debe ser claro: por la reapertura inmediata de las paritarias, para imponer un aumento salarial que cubra la canasta familiar y que sea actualizado automáticamente por inflación; por el bono de fin de año de 4.000 pesos para todos; aumento de emergencia de 3.000 pesos para jubilados; por la eliminación del impuesto al salario, y el fin de los despidos y las suspensiones, a través del reparto de las horas de trabajo sin afectar el salario.
Discutamos este programa en asambleas y plenarios de delegados de todos los gremios.
El próximo 20, en ocasión del paro de la CTA Micheli, paremos y marchemos masivamente a Plaza de Mayo con este programa.
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