jueves, 5 de noviembre de 2015

Kristóbal López postergó un mes el cierre de Paraná Metal

La patronal kirchnerista de Cristóbal López postergó para después de las elecciones el cierre y despido de los 150 trabajadores que aún quedan en la planta de Paraná Metal.
 
Es una maniobra política que busca encubrir frente a la clase obrera los planes ajustadores de Scioli, y extorsionar a los trabajadores para que lo voten contra el "derechista" Macri.
 
El cierre definitivo de Paraná Metal y el despido de todos los obreros sería un nuevo mazazo a los metalúrgicos de Villa Constitución y a todo el pueblo.
 
Los delegados de Paraná Metal informaron en el último congreso de la UOM "que tenían pedidos de producción de diversos sectores y que aunque era una producción variable les daba cierta continuidad".
 
Plantearon "la defensa de los puestos de trabajo" y que "frente a la crisis el Estado debería hacerse cargo para su reconversión industrial".
 
Sin embargo, el congreso solamente resolvió acompañar a los trabajadores de Paraná Metal en el horario de ingreso en el último día de trabajo.
 
La postergación del cierre por un mes más (sería para el 1º de diciembre) vuelve a dar la oportunidad de realizar una fuerte campaña contra el cierre.
 
La directiva de la UOM Villa tiene la responsabilidad de organizar un plan de lucha de toda la seccional y la movilización popular en defensa de los puestos de trabajo.
 
Este camino supondría, además, reforzar la organización del movimiento obrero frente a los planes de ajustes de Scioli y Macri que preparan tarifazos, la devaluación y el endeudamiento del país.
 
La lucha contra los ajustadores tiene en la defensa de los puestos de trabajo de Paraná Metal un eje regional y provincial de primer orden.
 

Declaración del Partido Obrero ante el balotaje

Por qué llamamos a votar en blanco

Argentina ha sido sacudida por un viraje político del electorado, que tuvo mucho de imprevisto, en las horas previas a la jornada del domingo 25. Repitió, en forma contradictoria, lo ocurrido en las elecciones locales de la ciudad de Buenos Aires, cuando la lista encabezada por Martín Lousteau recogió un súbito aluvión de votos, aunque en esa ocasión motivado por el afán de derrotar a los candidatos de Mauricio Macri.
 
El domingo 25, el peronismo perdió la gobernación de la provincia de Buenos Aires a manos de una fuerza política que se define así misma como de "centroderecha". El terremoto electoral no sólo se llevó puesto al nefasto Hannibal Fernández; los "barones del conurbano", que representaban el mayor sistema punteril del país, cayeron como castillos de naipes frente a candidatos improvisados.
 
Como consecuencia del derrumbe del oficialismo existe la posibilidad de que Macri, en la segunda vuelta, alcance la presidencia de la Nación. Un representante político de la derecha y de un grupo empresario que hizo su fortuna con la dictadura ha quedado a las puertas de la Casa Rosada. En la geografía política de Argentina, sería secundado por los gobiernos de la Ciudad y las provincias de Buenos Aires, Mendoza, Jujuy e incluso Córdoba -en la cual obtuvo arriba del cincuenta por ciento de los votos.
 
No debería sorprender que estos acontecimientos hayan desatado una enorme deliberación política, que se procesa en las fábricas, en las escuelas y en los barrios. El Partido Obrero toma en cuenta esta situación y aporta sus posiciones políticas al debate y a las decisiones que habrá que tomar el 22 de noviembre.
 
Scioli, Macri
Contrariamente a lo que indican los prejuicios interesados, el Partido Obrero defiende la tradición teórica y política del movimiento obrero clasista, que hace una distinción de jerarquías entre las expresiones políticas de la clase capitalista. Por ejemplo, entre democracia y dictadura y entre diferentes gobiernos democráticos y también diferentes clases de dictaduras. Sin comprometer nunca la independencia política del movimiento obrero combativo, hemos apoyado a "los enemigos de nuestros enemigos" en innumerables ocasiones, esto siempre con el propósito de restringir la capacidad de acción del enemigo principal y ampliar la de pueblo trabajador. En momentos críticos, por ejemplo, hemos llamado a votar por Evo Morales, en 2005, luego de grandes insurrecciones indígenas, o por Lula, en 1989, contra Collor de Mello, el representante de la oligarquía de Brasil.
 
Scioli y Macri, sin embargo, no representan principios políticos diferentes, no digamos ya antagónicos. Son los candidatos alternativos de la clase capitalista, nacional e internacional, para imponer una salida a la crisis de Argentina contraria a los trabajadores. Verdugos reconocidos del pueblo se encuentran en uno y otro campo: Berni, Casal, Hannibal Fernández; del otro lado, la Metropolitana, Montenegro, "Fino" Palacios. Unos patrocinan el Proyecto X para infiltrar de espías los movimientos populares, y mandan la Gendarmería contra los obreros en lucha; los otros reprimen en forma salvaje en el Borda para imponer un negociado inmobiliario en sus terrenos. Han sido socios comerciales en el reparto de la especulación con el suelo urbano y en el negocio del juego a gran escala.
 
No hay, en la segunda vuelta de la ronda actual de elecciones, un enemigo del enemigo del pueblo; en ambos lados del mostrador hay un único bloque enemigo, separados por diferencias internas de la clase capitalista y como expresiones de etapas distintas del proceso político. Tanto el diario oficialista BAE como el opositor La Nacióncoincidieron en informar que, hasta el 25 de octubre, la mayoría de la cúpula empresarial estaba encolumnada en el apoyo a Scioli.
 
Durante la campaña electoral los emisarios de Scioli, Massa y Macri recalaron en Estados Unidos para negociar los términos de un acuerdo con los fondos buitre, y un nuevo endeudamiento internacional con el capital financiero. Ambos han destruido la salud y la educación estatal; ambos han contraído empréstitos, en Provincia y Ciudad, a tasas de interés usurarias que pagará el pueblo. Scioli y Macri han impulsado un fenomenal ajuste en sus distritos, subejecutando obras de interés popular y agravando el peso de los impuestos inmobiliarios.
 
Quiebra del kirchnerismo
El ascenso de la derecha es producto de la bancarrota del kirchnerismo "nacional y popular" de Chevron, Barrick, Cristóbal López y los bancos que se la llevaron con pala. Macri vuelve a ascender como consecuencia del fracaso pseudo progresista y pseudo nacional. La primera vez luego del gobierno de Cromañón Ibarra. ¿Qué diferencia de orientación pueden tener candidatos cuyos gabinetes cuentan con la presencia de ex directores del Banco de Inglaterra, como Mario Blejer (Scioli), o del JP Morgan, como Prat Gay (Macri)? La necesidad del recambio político, que primero se expresó con el rechazo electoral a una nueva reelección de CFK, es una consecuencia más o menos directa de la cesación de pagos en que se encuentra Argentina y de la paralización de la economía. Esta cesación de pagos es el resultado del vaciamiento financiero al que fue sometido el país, bajo el eufemismo del "desendeudamiento" que elogian los K, Massa (fue jefe de Gabinete K) y Macri. Scioli y Macri disputan la dirección de una política de ajuste y devaluaciones que rescate al capital de la bancarrota presente, y le haga pagar su costo a los trabajadores.
 
No sorprende, en estas condiciones, que el oficialismo se encuentre cavando su propia tumba con enfrentamientos cada vez mayores, en especial provocados desde la Casa Rosada. La fórmula bicéfala Scioli-Zannini hace agua mucho antes de avizorar una hipotética llegada al gobierno. El kirchnerismo denuncia a Scioli de ser responsable de "la destrucción de la provincia" (Bonafini). Carta Abierta y otros agrupamientos de la izquierda kirchnerista han caracterizado a Scioli como representante de los "intereses concentrados". Con este panorama ningún apoyo de último momento podría salvar a quien es considerado un enemigo por sus propios socios políticos. Subirse a una nave averiada sólo podría aumentar el número de damnificados de un naufragio.
 
Se cierra un periodo de nacionalismo burgués de cuarta categoría, que al igual que sus antecesores es el responsable del ascenso de fuerzas políticas reaccionarias. Esto ocurre a la escala de toda América latina -desde el ajuste del gobierno PT-PMDB-evangelistas en Brasil; el ajuste de Correa en Ecuador y el desquicio económico de Maduro en Venezuela. Es necesario construir una izquierda autónoma y combativa en toda América latina.
 
El ballotage ha puesto al desnudo la inviabilidad del Frente Renovador de Massa, árbitro electoral de la contienda, cuya cúpula se ha dividido entre los dos campos en disputa e incluso el voto en blanco.
 
Si Macri llegara a recoger la mayor parte de los votos del Frente Renovador arribaría al gobierno en la cresta de un aluvión electoral que no comulga políticamente con el macrismo (del peronismo que boicoteó a Hannibal Fernández, del rejunte que encabezó Massa y hasta de una parte del "progresismo"). El macrismo sería, además, una ultra minoría parlamentaria. Esta base precaria explotará apenas se lance el ajuste de fondo.
 
Nuestra política
El Partido Obrero y el Frente de Izquierda llamamos a votar en blanco en función de las perspectivas que emergen de este desenlace electoral. De ningún modo es una diferenciación en abstracto, mucho menos una autoproclamación. Nos delimitamos de un régimen político y social hostil al desenvolvimiento de la clase trabajadora y de las fuerzas políticas empeñadas en una salida antiobrera a la bancarrota económica, política y moral de la que ellas mismas son responsables. No hay un choque de principios, por parcial o restringido que sea, entre Scioli y Macri, sino una comunidad de principios de cara a una nueva manifestación de bancarrota capitalista en Argentina.
 
La inmensa mayoría del pueblo trabajador se dividirá, en tres semanas, entre votantes a uno u otro candidato del sistema. El llamado al voto en blanco es una tentativa de hacer prevalecer la unidad de los trabajadores frente a la política capitalista. Los que le reclaman a la izquierda que llame a votar a uno de sus enemigos, pretenden que nos sumemos a la división de la clase obrera, la juventud y el conjunto del mundo del trabajo detrás de intereses antiobreros.
 
Los términos de esta declaración delimitan el voto en blanco del Partido Obrero del voto en blanco de dirigentes del arco centroizquierdista y massista, que no trascienden el pronunciamiento personal y no establecen una delimitación de principios con los candidatos del ballotage. El centroizquierdismo ha participado junto al macrismo en todo el ciclo electoral de este año, en diferentes provincias.
 
El Partido Obrero llama la atención sobre las tendencias contradictorias del electorado, que son también un reflejo de la desorientación de la clase dominante. El voto a Lousteau en la Ciudad de Buenos Aires, en julio pasado, tuvo que ver con la misma base social que se ha corrido ahora al voto al macrismo. Pero si Lousteau hubiera derrotado a Rodríguez Larreta, ello hubiera puesto fin a la carrera presidencial de Macri, abriéndole paso a una victoria de Scioli en la elección general. ¡O sea que quienes estuvieron a punto de voltear a Macri en julio, lo han llevado ahora al ballotage! El endiosamiento del electorado, propio del palabrerío constitucionalista, es incapaz de dar cuenta de las fuertes contradicciones que sacuden al país.
 
El 22 de noviembre solamente tendrá lugar la definición constitucional de la titularidad del próximo gobierno. No definirá la salida a la crisis económica y política presente. Esa salida será decidida, por un lado, en el marco de una crisis mundial cada vez más aguda; de la anarquía del capitalismo y el mercado y del choque de fuerzas capitalistas rivales, principalmente internacionales; y por otro lado, por la lucha de los trabajadores para que la crisis capitalista la pague el capital y no el trabajo. Que la crisis la paguen los capitalistas significa una reorganización social sobre nuevas bases y un gobierno de los trabajadores.
 
¡Por una alternativa obrera y socialista!
 
1 de noviembre de 2015