Hay una ola de despidos y suspensiones.
También “retiros voluntarios” y “jubilaciones adelantadas”, que son despidos encubiertos.
La industria automotriz anunció suspensiones en varias plantas y anticipa la posibilidad de despidos.
La obra pública y privada está cada vez más paralizada.
Estudios privados pronostican centenares de miles de nuevos desocupados en el curso del año.
Es la otra cara del Rodrigazo K: luego de la devaluación, los tarifazos, la carestía y los techos salariales.
Pretenden descargar la crisis sobre las espaldas de los trabajadores.
El parazo del 10 de abril, la huelga docente en la provincia de Buenos Aires y la que protagonizan desde hace 30 días los docentes salteños han impuesto un límite a esa pretensión.
La contundencia de las primeras reacciones obreras obligaron al gobierno y a las patronales a cerrar paritarias, que estuvieron varios puntos por encima de la previsiones iniciales.
En lugar de avanzar por este camino, el trío de Moyano-Barrionuevo-Micheli se ha embarcado en operaciones de distracción.
El ataque recién comienza.
Quieren imponer un ajuste en regla valiéndose de una política de recesión económica.
Los trabajadores tenemos por delante un desafío mayúsculo: la necesidad de combinar la defensa del salario y de las fuentes de trabajo.
Los actos en Plaza de Mayo y en todos los centros políticos del país, convocados por el Frente de Izquierda y sectores combativos del movimiento obrero, se inscriben en esta perspectiva.
Las bancadas del Frente de Izquierda están reclamando, al Congreso y las legislaturas provinciales, una sesión urgente para definir qué hacer frente a los despidos y suspensiones.
Llamamos a impulsar la lucha por un nuevo paro de 36 horas, una huelga general y un Congreso de Bases del movimiento obrero.
Para defender el salario y la jubilación, al mismo tiempo que los puestos de trabajo; en resumen, para quebrar el ajuste.
Reforcemos la unidad de la izquierda y el movimiento obrero.
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