La supresión de los subsidios -gradual o no- es una amenaza fenomenal para los trabajadores. Solamente la eliminación de los que corresponden a la importación de gas -que para el gobierno implica también el ahorro de dólares- significaría un aumento insoportable del precio para los sectores populares.
Durante una década, esos subsidios sirvieron para abaratar la mano de obra en beneficio de la patronal industrial, financiera y comercial. Ahora, con un déficit fiscal creciente y la crisis mundial, la factura la pasan a los trabajadores.
A esto hay que agregar la devaluación imparable del peso, que el gobierno dice querer evitar con medidas administrativas -las que no le tocan ni un pelo a las grandes corporaciones, los bancos y los operadores financieros.
Lo único que falta es una devaluación encima de un tarifazo.
El ‘modelo' agotó sus recursos, sin nunca haber buscado una salida a los problemas sociales de fondo de las grandes masas.
Mientras la ‘macroeconomía' atraviesa los avatares del edificio de Bartolomé Mitre, las grandes patronales ya han comenzado a suspender: en la industria automotriz, productos procesados, metalurgia, exportación de frutas.
En la ciudad francesa de Cannes, la Presidenta discutió la economía argentina con Obama, con la expectativa de conseguir créditos en el exterior: ésta es la línea de salida del gobierno.
Pero no puede ser la línea de los trabajadores: los sindicatos y la CGT deben encarar la nueva situación, si no quieren afrontar -además de las suspensiones- los despidos.
Hasta ahora Moyano y sus seguidores se han mostrado belicosos con la suba del mínimo no imponible (y del reparto de ganancias), pero sólo de la boca para afuera. Como consecuencia, dos millones de trabajadores están pagando un impuesto al salario, que el gobierno no piensa eliminar ahora que las vacas se ponen flacas.
Pero la agenda es más amplia: 1) los cortes de horas extras, las suspensiones y los despidos; 2) el tarifazo, que pretende recompensar a las privatizadas, a las petroleras y al transporte por el equivalente a los subsidios, plagados de fraudes, los que nunca estuvieron sujetos a un control popular; 3) la salida del país del ahorro nacional, lo cual compromete la posibilidad de trabajo para un futuro inmediato y mediato; 4) los gastos sociales que deben ser contemplados en el Presupuesto 2012, además de la necesidad de cortar los impuestos al consumo y hacerle pagar al capital.
El ‘modelo' está terminado, ‘finito': la responsabilidad de los sindicatos es llamar a la discusión del planteo que deben levantar los trabajadores y elaborar un plan de lucha sobre esas conclusiones
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