Las elecciones del domingo 10 en la Ciudad son un episodio de una lucha más amplia.
El Frente de Izquierda pelea también por la conquista de concejales el 24 de julio, en Santa Fe, y el 7 de agosto, por la revalidación de nuestra presencia en la Legislatura de Córdoba.
El 14 de agosto tenemos un desafío aún mayor, porque la reforma política ha colocado exigencias para excluir de la vida política a la izquierda socialista y revolucionaria -un objetivo fundamental para los políticos que defienden a la sociedad capitalista sacudida por un enorme derrumbe mundial.
Salir victoriosos en estos desafíos significará establecer, en Argentina, una poderosa referencia anti-capitalista en el marco de la crisis mundial y en el marco del país acosado por la inflación, la fuga de capitales, el saqueo de la Anses -para luchar por el 82% móvil, el cese del trabajo precario y tercerizado, y un salario mínimo igual al costo de la canasta familiar.
Las elecciones de la Ciudad finalizaron en un cuadro de rebelión de la juventud, de la represión al pueblo indomable de Santa Cruz -así como en un cuadro de descomposición de oficialistas y opositores, y de peleas entre moyanistas, cristinistas e intendentes corruptos. Del otro lado, el radicalismo aliado con la derecha y dividido, y el centroizquierda en declinación y adaptado a la derecha.
El desarrollo del Frente de Izquierda no apunta a salvar escollos electorales, ni es un fin en sí mismo: se trata de marcar un programa y un método para una lucha victoriosa contra el capital, que quiere superar su crisis insuperable acabando con todas y cada una de las conquistas sociales y laborales de los trabajadores.
Nuestra lucha viene de muy lejos, pero -como ocurre con todas las luchas auténticas- renace con cada generación y sólo conoce como meta la victoria definitiva contra la explotación del hombre por el hombre.
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