jueves, 21 de enero de 2010

Una nueva ocupación militar de Haití

El mundo asiste, de nuevo, a una gigantesca exhibición de lágrimas de cocodrilo ante una formidable tragedia humana, cuyas raíces sociales y políticas la clase capitalista dominante se empeña en ocultar. Lo hace con tanta mayor intensidad cuanto que ahora está embarcada en disimular la explotación política de la tragedia, con vistas a acentuar su despliegue militar en la isla y más allá de ella.
Lo ocurrido es lo más cercano a una tragedia anunciada, y no solamente porque el sismo era previsible. Otros fenómenos, los huracanes, ya habían dejado a su paso un tendal de destrucción y de muerte que no se verificaron en otros países afectados por circunstancias similares – como el que ocurrió el año pasado en Cuba, con una destrucción económica sin precedentes, pero apenas cuatro muertos. O sea que las condiciones y estructuras sociales de Haití se prestaban para una tragedia humana, y que nada hicieron para remediarlas ni los gobiernos digitados por la ONU desde hace década y media ni la fuerza militar que ocupa la isla desde hace cinco años bajo el comando de Brasil ni la presencia de Argentina y de varios países latinoamericanos (aunque también de otros, como Corea del Sur o China). “Los terremotos de magnitud 7.0 –dice un especialista (Financial Times, 14/1)–, no son inusuales; se produjeron 17 durante 2009. Pero muy pocos han tenido consecuencias terribles semejantes”. Es cierto que el terremoto fue tan desvastador, opina otro científico, debido a que su fuente fue una profundidad vacía de cerca de diez kilómetros... muy cercana a la superficie”. Pero “Esta falla ha estado alojada durante los últimos 250 años, acumulando una presión gradual que ahora fue liberada en un solo terremoto de amplitud”. Todas estas previsiones no sirvieron para brindar al territorio latinoamericano que más ocupaciones militares sufriera durante doscientos años, por parte de las naciones avanzadas, ninguna de las protecciones urbanas y sociales que habrían sido necesarias. Lo peor aún está por llegar: “habrá nuevos estallidos durante varias semanas”, dice otro experto, así como “grandes posibilidades de deslizamientos de tierras, que podrán causar daños en otras partes de la isla”.
¡Haití es la nación con más ONGs per cápita del mundo! –revela, en The New York Times, un comentarista (David Brooks) afiliado al centroderecha internacional (La Nación, 18/1). Con sus estructuras sociales y estatales destruidas por una injerencia imperialista incesante, “la espantosa situación del país más pobre y disfuncional de las Américas ya lo había transformado en el destino prioritario para todo tipo de organizaciones no gubernamentales”, agrega otro de los analistas de la misma especie (Moisés Naim). Semejante desmantelamiento político hace inviable la distribución más elemental de la ayuda humanitaria, que se apila mientras tanto en los depósitos a la espera de que el ejército norteamericano vuelva a ocupar por enésima vez Haití. La corresponsal de Clarín (18/1) constató: “La cifras hablan por sí solas: apenas se rescataron 70 personas con vida desde el terremoto cuando las víctimas se cuentan por decenas de miles”. ¿Qué estuvieron haciendo, entonces, en estos cinco años, los ejércitos de Chile, Brasil, Uruguay, Argentina, Colombia, Perú que fueron encargados por la ONU para mantener el orden colonial del país, convalidar el derrocamiento de gobiernos electos y ejercer la represión interna que muchos de ellos tienen constitucionalmente prohibido en su países? Los ya dos mentados comentaristas del ‘establishment’ internacional han dejado por escrito el testimonio de la relación que existe entre la destrucción de la autonomía nacional de los países atrasados y la proliferación de ONGs, cuya función es ejecutar los planes de las asociaciones capitalistas que las financian.
Esta descripción de la situación haitiana permite entender el carácter de la intervención norteamericana, que podría llegar a 20 mil soldados y sumar el ingreso de contratistas militares privados (Blackwater) –algo que está muy cerca de la cifra del aumento reciente de tropas en Afganistán. La prioridad de Obama no es la asistencia humanitaria sino la prevención de un levantamiento popular o, en su defecto, una huida en masa de la población hacia Santo Domingo o las costas norteamericanas. Finalmente, no hay que olvidar que la mayoría de los haitianos reclama el retorno del presidente Bertrand Arístide, derrocado por el gobierno de Clinton. En momentos en que la situación humanitaria es absolutamente dramática, el gobierno norteamericano no ha habilitado la atención médica de los casos más desesperantes en su suelo.
¡Los progres de Estados Unidos le reclaman que no continúe deportando a los haitianos indocumentados! Pero la ocupación militar norteamericana no dejará de provocar crisis con los países de la fuerza de ocupación ya instalada desde hace cinco años. Esta fuerza, con los gauchos K a la cabeza, va a la desintegración; Sarkozy ya entró en choque con Obama. Si volvieran a producirse terremotos, según las previsiones (esta mañana hubo otro), las tropas norteamericanas podrían verse enfrentadas directamente con la masa de la población haitiana. Nunca hay que olvidar que el pueblo de Haití derrotó, a principios del siglo XIX, a las dos mayores flotas de la época – la de Napoleón y la británica.
¿Qué podemos hacer desde el punto de vista de los trabajadores?
Puesto que los ejércitos que ocupan Haití se encuentran allí para reprimir y no para ayudar, debemos reclamar que se vayan y que el dinero malgastado en ellos se aplique a la ayuda humanitaria. ¡Fuera la Minutash, fuera el Pentágono!
Que Cuba, Santo Domingo y Estados Unidos acojan para su tratamiento a todos los casos que reclaman urgencia y un tratamiento del que no se dispone en Haití. Los movimientos pacifistas norteamericanos podrían hacer una gran movilización nacional.
Que las centrales sindicales y los partidos de izquierda de América Latina formen comisiones de control de la ayuda y de su aplicación, junto a las organizaciones populares haitianas.Que se emplee en las tareas de reconstrucción a los desocupados de Haití a cambio de un salario mínimo igual al costo de la canasta familiar.
J.A.

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