El fantasma del default y del Argentinazo
El domingo 6, cuando se cumplía un año del inicio de la rebelión popular, decenas de miles de personas salieron a las calles en las principales ciudades griegas y fueron ferozmente reprimidas por las fuerzas policiales. Las crónicas dan cuenta del brutal encarnizamiento de que fueron parte nuestros compañeros del EEK –numerosos dirigentes del partido fueron detenidos y una compañera recibió heridas gravísimas y debió ser hospitalizada, tal como informa el comunicado del EEK que reproducimos en estas páginas.
Al día siguiente, lunes 7, hubo manifestaciones en casi todas las ciudades del país, protagonizadas principalmente por jóvenes y estudiantes, que repudiaron la represión y exigieron la libertad de los detenidos. El nuevo gobierno “socialista” de George Papandreu ha implementado una política de salvaje represión para evitar que se repitan los acontecimientos de diciembre pasado: en sólo tres días el gobierno encarceló a más de mil personas, muchos de ellos extranjeros. Hubo allanamientos y detenciones en centros sociales y locales políticos, encarcelamientos “preventivos” y brutales ataques por parte de la Fuerza Delta, una unidad motorizada especializada en la represión de manifestantes. Los rectores de la universidad autorizaron el ingreso de la policía en las instalaciones universitarias – refugio habitual de los manifestantes que intentan eludir la represión– en lo que sería la primera violación a la autonomía desde la caída de la dictadura de los coroneles, en la década de 1970. Se ha denunciado que grupos neonazis colaboraron con la policía.
Aunque algunos periódicos se apresuraron a titular que la situación está bajo control del gobierno gracias a la fuerte represión, la situación en Grecia es la de una caldera a punto de explotar. El aniversario de la rebelión popular de 2008 encuentra al país y a su nuevo gobierno en el ojo de la tormenta de la crisis capitalista internacional. Papandreu debió reconocer, luego de asumir, que los datos económicos conocidos eran falsos: “La deuda pública griega supera el 113% de su PBI y para este año se prevé un déficit del 12%” (El Mundo, 9/12).
A comienzos de semana, en medio de las manifestaciones populares, se dio a conocer una reducción de la calificación de la deuda pública griega, agitando así el fantasma del default. Un analista del Corriere della Sera puso el dedo en la llaga cuando señaló que “es cierto que Grecia no es Argentina, en tanto Atenas – como miembro de la Unión Europea que ha adoptado el euro– no puede devaluar. Pero hace tiempo que los expertos alemanes, por ejemplo, habían registrado el claro desequilibrio entre los bonos de Berlín y los griegos”. Ya se habla en voz alta de la intervención del FMI.
En este marco el gobierno del Pasok ha decidido enfrentar violentamente las manifestaciones populares en su intento de mostrarse como “garante del orden”. El ministro de “Protección del Ciudadano”, Mijalis Jrisojoidis, “destacó la importancia de resguardar el orden público para proteger la imagen del país en un período en que se cierran los grandes contratos de las empresas turísticas” (EFE, 8/12). Luego de que se diera la rebaja en la calificación de su deuda, el ministro de Economía salió a asegurar que “Grecia no será una nueva Islandia”. Las bolsas europeas, sin embargo, que saben leer entre líneas, parecen haber entendido lo contrario: al cierre de esta edición de Prensa Obrera, se producen fuertes caídas en los mercados provocadas por la información que llega de Grecia, de Dubai y de Japón, donde se dieron a conocer datos económicos negativos. “¿Después de Dubai le toca a Grecia?”, se preguntaba hace unos días un columnista del Financial Times. Los acontecimientos parecen estar dando la respuesta.
El domingo 6, cuando se cumplía un año del inicio de la rebelión popular, decenas de miles de personas salieron a las calles en las principales ciudades griegas y fueron ferozmente reprimidas por las fuerzas policiales. Las crónicas dan cuenta del brutal encarnizamiento de que fueron parte nuestros compañeros del EEK –numerosos dirigentes del partido fueron detenidos y una compañera recibió heridas gravísimas y debió ser hospitalizada, tal como informa el comunicado del EEK que reproducimos en estas páginas.
Al día siguiente, lunes 7, hubo manifestaciones en casi todas las ciudades del país, protagonizadas principalmente por jóvenes y estudiantes, que repudiaron la represión y exigieron la libertad de los detenidos. El nuevo gobierno “socialista” de George Papandreu ha implementado una política de salvaje represión para evitar que se repitan los acontecimientos de diciembre pasado: en sólo tres días el gobierno encarceló a más de mil personas, muchos de ellos extranjeros. Hubo allanamientos y detenciones en centros sociales y locales políticos, encarcelamientos “preventivos” y brutales ataques por parte de la Fuerza Delta, una unidad motorizada especializada en la represión de manifestantes. Los rectores de la universidad autorizaron el ingreso de la policía en las instalaciones universitarias – refugio habitual de los manifestantes que intentan eludir la represión– en lo que sería la primera violación a la autonomía desde la caída de la dictadura de los coroneles, en la década de 1970. Se ha denunciado que grupos neonazis colaboraron con la policía.
Aunque algunos periódicos se apresuraron a titular que la situación está bajo control del gobierno gracias a la fuerte represión, la situación en Grecia es la de una caldera a punto de explotar. El aniversario de la rebelión popular de 2008 encuentra al país y a su nuevo gobierno en el ojo de la tormenta de la crisis capitalista internacional. Papandreu debió reconocer, luego de asumir, que los datos económicos conocidos eran falsos: “La deuda pública griega supera el 113% de su PBI y para este año se prevé un déficit del 12%” (El Mundo, 9/12).
A comienzos de semana, en medio de las manifestaciones populares, se dio a conocer una reducción de la calificación de la deuda pública griega, agitando así el fantasma del default. Un analista del Corriere della Sera puso el dedo en la llaga cuando señaló que “es cierto que Grecia no es Argentina, en tanto Atenas – como miembro de la Unión Europea que ha adoptado el euro– no puede devaluar. Pero hace tiempo que los expertos alemanes, por ejemplo, habían registrado el claro desequilibrio entre los bonos de Berlín y los griegos”. Ya se habla en voz alta de la intervención del FMI.
En este marco el gobierno del Pasok ha decidido enfrentar violentamente las manifestaciones populares en su intento de mostrarse como “garante del orden”. El ministro de “Protección del Ciudadano”, Mijalis Jrisojoidis, “destacó la importancia de resguardar el orden público para proteger la imagen del país en un período en que se cierran los grandes contratos de las empresas turísticas” (EFE, 8/12). Luego de que se diera la rebaja en la calificación de su deuda, el ministro de Economía salió a asegurar que “Grecia no será una nueva Islandia”. Las bolsas europeas, sin embargo, que saben leer entre líneas, parecen haber entendido lo contrario: al cierre de esta edición de Prensa Obrera, se producen fuertes caídas en los mercados provocadas por la información que llega de Grecia, de Dubai y de Japón, donde se dieron a conocer datos económicos negativos. “¿Después de Dubai le toca a Grecia?”, se preguntaba hace unos días un columnista del Financial Times. Los acontecimientos parecen estar dando la respuesta.
Lucas Poy
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