23 de octubre de 2015 | Por Jorge Altamira
La verdadera novedad política que pueden producir los comicios del domingo próximo es el desarrollo electoral que registre el Frente de Izquierda. Los candidatos oficiales tienen una agenda ya impuesta por la crisis financiera que reciben como peludo de regalo. Ninguno definirá el rumbo político ulterior del país cualquiera sea el desenlace electoral entre ellos. Lo que se ofrece a la vista en un menú de coaliciones y rupturas – como ya lo anticipa el pasaje de massistas al sciolismo, por un lado, y la autonomía que se reserva el bloque de la Cámpora, por el otro. La proliferación de planteos que se ofrecen para evitar la declaración de una cesación de pagos es testimonio de la desorientación que predomina en la burguesía ante las incertidumbres de la crisis mundial. A ninguna fracción capitalista se le escapa que la crisis fenomenal que se desarrolla en Brasil es una suerte de anticipo de lo que ocurrirá en Argentina en el período próximo.
‘Defol’ económico y político
La mayoría de los asesores de los candidatos oficiales admite que Argentina ha llegado tarde para salir de la crisis financiera con los métodos convencionales, como sería una devaluación regulada, dada la fuerte tendencia devaluatoria que ya existe como en la mayoría de los países de la periferia. La caída de la cotización de la deuda pública y privada de Brasil, Colombia, Perú – no digamos Venezuela, le ha quitado atractivo a la inversión extranjera en la devaluada deuda pública de Argentina. Argentina enfrenta obligaciones financieras enormes a corto y mediano plazo: u$s 11 mil millones por importaciones no pagadas; u$s 15 mil millones por giros de utilidades retenidos; deudas provinciales en moneda extranjera y en pesos que se ajustan al dólar; más de u$s 10 mil millones de nueva deuda emitida en 2015; la deuda, obviamente, con los acreedores que no entraron en los canjes pasados; los $400 mil millones que el Banco Central debe a los bancos locales (sin computar los intereses); los compromisos por venta de dólar futuro por cerca de u$s 20 mil millones, que, dependiendo del porcentaje de una devaluación, podría costar al Banco Central unos $30 mil millones; y, por último, las obligaciones que se desprenden del pago de la deuda reestructurada y del déficit fiscal de 2016. A esto hay que añadir un tema crucial – el tarifazo que reclaman tanto las privatizadas como los acreedores, sean internacionales o nacionales.
¿Qué le hace falta a esta bancarrota capitalista para que se dibuje en Argentina una situación histórica nueva? Sin duda, un avance del Frente de Izquierda – el polo político antagónico al Estado capitalista, sus partidos y sus ‘salidas’ tradicionales. Este avance tendría lugar cuando se desmorona una tentativa mediocre para reeditar el primer peronismo, lo cual refuerza, en forma inevitable, la discusión que hace tiempo se encuentra en marcha entre los trabajadores acerca de la alternativa política de la propia clase obrera. Al final, el nacionalismo argentino ha sido una sombra, cada vez más desdibujada, de los únicos momentos de suba de la cotización internacional de las materias primas desde la última guerra mundial: 1946/49; 1973/74; 2003/10.
La tedencia de la izquierda
¿Podrá repetir el Frente de Izquierda el salto que produjo en las legislativas de 2013, cuando obtuvo arriba de un millón doscientos mil votos y tres diputados nacionales, o al menos preservar esos resultados? Si simplemente ocurriera esto último, duplicaría el número de diputados en el Congreso. En 2013, el Frente de Izquierda dejó atrás cualquier logro anterior de la izquierda de Argentina en materia electoral, al obtener un 20% de los votos para diputado nacional en Salta y un 30% para la senaduría de la capital de esta provincia; o el 14% en Mendoza. Estos resultados son relevantes porque, masivos como son, se distinguen como un salto cualitativo – un pasaje del electorado peronista a la izquierda (“saltar el cerco”). Lo mismo se dio en algunas localidades, como Capitán Bermúdez, en el departamento de San Lorenzo, Santa Fe, con el 18/20% en dos oportunidades y en varios municipios mendocinos. Incluso el avance ha sido interesante en la ciudad de Buenos Aires, pues del 0.8 de las locales de 2011, el FIT logró superar el 5% en las nacionales del mismo año, aunque sin la competencia de Luis Zamora, y obtuvo un porcentaje similar en 2013, pero esta vez con la derrota de Zamora, que obtuvo un 4 por ciento (lo cual significa que el Frente de Izquierda duplicó los votos). En las diversas elecciones provinciales de 2015, no se repitieron los resultados de 2013 – aunque en la mayoría de los casos se trató de un retroceso relativo, pues mejoraron los de 2011. El domingo que viene el Frente de Izquierda va lograr un avance sobre estos registros, porque tiene por piso la suma de los votos de varias listas de izquierda que no superaron las Paso o de las que solamente participaron en las elecciones provinciales. Por pura aritmética debería sumar un punto o punto y medio al 3.3% obtenido en las Paso.
El ascenso del Frente de Izquierda, en 2013, tuvo lugar en un definido cuadro de agravamiento de la crisis económica, que culminaría con la devaluación y la crisis bancaria de enero de 2014. Había quedado de manifiesto el fracaso de las medidas tomadas luego de las presidenciales de 2011, como el ‘cepo’, los controles de precios y los blanqueos de capitales. Esta crisis pulverizó la ambición re-reeleccionista de los K. La burguesía impulsó un cambio de frente desde el mismo oficialismo con la candidatura de Massa, que se proyectó en la emigración de intendentes y hasta gobernadores kirchneristas hacia la oposición y en la victoria de Massa en la provincia de Buenos Aires. El Frente de Izquierda se benefició entonces de un descontento popular creciente y de las fisuras políticas en el campo gobernante. En ningún lugar fue esto más claro que en Salta.
Un gran domingo
¿Cómo se presentan las cosas ahora? El oficialismo ha contenido el estallido de la crisis (no la crisis misma, que es aún más explosiva) a través de un endeudamiento de características usureras, y también se ha adaptado al cambio de frente que reclama la burguesía por medio de la candidatura de Scioli y sus gobernadores aliados. Esto explica el retorno al kirchnerismo de los intendentes y punteros que se habían ido con Massa. El oficialismo ha hecho suya la agenda de la oposición, a través de Scioli. Los resultados a la vista son el recule de la oposición, por un lado, y del camporismo, por el otro, que ya anticipa un rol opositor. La contención económica, de una parte, y el realineamiento político, de la otra, fue acompañada por un reflujo del movimiento obrero, relativamente a la participación en dos importantes paros generales. La precaria recuperación de la iniciativa política del oficialismo, a partir de estos realineamientos, condicionó los procesos electorales de 2015.
La víspera de la elección del domingo que viene parece mostrar, sin embargo, un agotamiento de esta iniciativa. La amenaza de un estallido de la crisis se presenta cada vez más visible. Los candidatos del ajuste han sido incapaces de clarificar sus posiciones ante el electorado frente a esta crisis. El manifiesto desinterés demostrado por el electorado en la campaña es una expresión de la desconfianza en todos los candidatos oficiales. Se ha ido conformando, hacia el final, un cuadro con características similares a 2013, incluso potenciado. Es cierto que los trabajadores no abandonan de un día para otro a los movimientos que los despertaron a la vida política, pero en Argentina ya hay una mayoría generacional que ha despertado y despierta a la política en las condiciones actuales – el 45 o el 73 lo ve en la escuela. Esto explica la reiterada mención a las ‘juventudes militantes’; desde la rebelión popular de 2001, la izquierda revolucionaria ha incidido cada vez más en estas nuevas generaciones, y ahora obtiene la ventaja del ejercicio de su oposición de izquierda al kirchnerismo. Asistimos a una experiencia que se encuentra todavía en sus primeras etapas. El domingo que viene se reflejará en las urnas.
El arma de la organización
Como se ha dicho más arriba, el Frente de Izquierda, en 2013, ha superado en impacto electoral a cualquier resultado obtenido por la izquierda en el pasado, y lo ha hecho desde una posición socialista, no desde la democrático-burguesa, por ejemplo, del Frente del Pueblo e Izquierda Unida. Sería, sin embargo, caer en la fantasía electorera si no se advierte que, como influencia organizada y reclutamiento obrero, el Frente de Izquierda está aún muy rezagado frente a estos mismos antecesores. Está lejos de poblar la cancha de Huracán o reunir 60 mil personas en Plaza de Mayo (donde también estuvo el PO), como lo consiguió IU – o tener la presencia en las fábricas del MAS. Incluso en las elecciones de mayo de 2000 la izquierda en su conjunto obtuvo un 16% de votos en Capital y Zamora un 14% en 2003. En las vísperas de un ascenso electoral es necesario subrayar la necesidad de superar esta contradicción, algo que para una izquierda revolucionaria es una condición para su victoria. La etapa que se inicia luego de las elecciones no se disputará con papeletas sino con luchas y movilizaciones, y estas luchas y movilizaciones necesitan ser transformadas aún más de lo que se va transformando el escenario electoral, esto porque con los desgastados métodos de la burocracia sindical, el movimiento obrero no avanzará de ningún modo. Solamente un reclutamiento enérgico de la vanguardia de la clase obrera permitirá producir esta transformación. Un movimiento político revolucionario es tal cuando expresa las carencias que debe superar y los métodos para ello, su Qué Hacer.
En la medida que la campaña electoral ha servido para despertar a contingentes numerosos de obreros y de jóvenes, la izquierda revolucionaria tiene ante si una gran perspectiva de crecimiento y organización militante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario