A sólo un mes de la masacre de la estación Once, otro desastre se abatió sobre el pueblo. Los cortes de luz masivos, que todavía perduran, volvieron a mostrar la irrevocable incapacidad de los servicios privatizados y del aparato del Estado en todos los niveles.
El gobierno les viene tolerando una ‘huelga de inversiones’ que ya lleva una década.
A algunas de esas empresas -como Edenor- las compraron por monedas los ‘amigos’ del gobierno.
Ahora, se sentaron a esperar los tarifazos.
El temporal también desnudó al aparato de gobernadores, jefes de gobierno e intendentes, siempre ‘atentos’ a los grupos contratistas y a los barrios de lujo, pero ausentes a la hora de socorrer a la población desesperada.
Impotente frente al temporal, el gobierno hizo un reconocimiento tardío del vaciamiento petrolero, que él mismo propició.
La salida se está cocinando en secreto, de espaldas al pueblo, para presentarla como un hecho consumado.
Preparan así otro negociado en cabildeos con los monopolios internacionales y con la camarilla de capitalistas amigos.
A este derrumbe estratégico de ha sumado otro temporal, más, político.
Los ministros, jueces y gobernantes se han deschavado a sí mismos como vulgares gestores de los capitalistas de bingos y casinos.
Mientras se volaban los techos de miles de viviendas, el gabinete nacional construía su “escena del crimen” en Puerto Madero.
El ‘affaire’ Boudou ha partido al oficialismo en dos y en tres, desnudando una construcción política, social y cultural vacía de contenido.
Una guerra de camarillas por el control del juego y la impresión de billetes.
El pez se pudre por la cabeza.
Por nuestra parte, reclamamos la nacionalización sin pago de toda la industria petrolera y de la impresión de moneda, bajo control de los trabajadores, y la expropiación de los tahures del juego.
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