jueves, 10 de junio de 2010

MUNDIAL SUDAFRICA 2010

Sólo un espejismo
De todos los lugares donde se realizaron mundiales, éste es por lejos el de mayor desigualdad social. En Sudáfrica hay 48 millones de habitantes, con un 79,5% de la población negra que vive en la miseria más atroz, con una desocupación que en el mes de marzo trepó al 25,6% y con una población “ocupada” que se encuentra en la semi-esclavitud. En Sudáfrica hay una población blanca minoritaria, que amasa una inmensa riqueza que proviene de la cruel explotación en las minas de oro y diamantes.
En el cuadro de una fabulosa descomposición social, Sudáfrica es el lugar más inseguro del mundo, con un promedio de 50.000 homicidios por año. También es el lugar donde el Sida ha causado el mayor estrago: el 31% de las mujeres negras está infectada y el 21% de los adultos tiene la enfermedad.
Para que el mundial fuera posible, Sudáfrica invirtió 2.500 millones de euros. Este inmenso gasto –en un país donde la población se muere de hambre– se realizó en nombre de que el evento significaría un enorme ingreso para Sudáfrica. Pero el pronóstico de una recaudación de 5.000 millones de euros y de un crecimiento del 3,2% en el empleo ha sido un bolazo. Los sponsors centrales del evento, McDonald’s y Coca Cola, devolvieron una gran parte de las entradas que la Fifa les había facilitado para cubrir sus compromisos publicitarios. Los hoteles, que esperaban colapsar con el aluvión de 500.000 visitantes, recibieron algo más de 200.000. El precio de las entradas para el público local subió ahora hasta un 20%, a un inaccesible precio de 15 euros.
El día “después” de la final del mundial le dejará a Sudáfrica obras absurdas: entre ellas, 10 estadios remodelados que estarán desiertos. El Soccer City, donde hace la inauguración y se juega la final, tiene 94.000 butacas y su remodelación costó 400 millones de dólares. El Green Point de Ciudad del Cabo, que estrenarán el viernes en el segundo turno del Grupo A, Francia y Uruguay, con 70.000 butacas costó 605 millones de dólares. Quedarán como monumentos inservibles, fantasmas al servicio de un fabuloso negocio de un mes de la Fifa y los sponsors mundiales.
Algo similar ocurrirá con los hoteles: muchos de ellos cerrarán sus puertas al día siguiente de la final, pues el espejismo de la tranquilidad turística que se vivirá sólo habrá sido logrado por los 190.000 efectivos que trabajaron ad hoc para el evento. Cien mil de la fuerza policial y 90.000 provenientes de los organismos de seguridad privados de las propias empresas de los blancos.
La Sudáfrica de la miseria capitalista, por supuesto, no se verá en las señales de alta definición que permiten observar hasta las arrugas de la cara de los protagonistas. La fiesta para los millones de trabajadores sudafricanos será sólo un espejismo.
Juan Ferro

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