La impresionante escalada de violencia generada entre las barras bravas, que se cobró seis muertes en menos de tres meses, ha dado un salto cualitativo con el asesinato del ex “capo” de la barra de Newell’s Old Boys de Rosario, el “Pimpi” Camino.
Casi se podría decir que habrá un antes y un después con el asesinato del Pimpi en el ambiente de las canchas. No porque se vaya a terminar la violencia, sino porque este asesinato pone de manifiesto algo mucho peor que el ya conocido proceso de descomposición social de las barras, sus negocios y la corruptela de los dirigentes que las avalan: el narcotráfico comienza a dominar el escenario de las barras físicamente.
La muerte del Pimpi cierra un ciclo. El narcotráfico, en Rosario, asume el control de las barras y los litigios los resuelve con los métodos de la mafia. Hace unos días también resolvieron otro litigio matando al “Chaperito”, otro disidente que quería desbancar a la banda que hoy dirige la hinchada de Central.
La cancha abre un inmenso mercado para la droga entre la juventud, que luego se distribuye territorialmente a los barrios. La cancha es una suerte de tierra liberada. A los hinchas sólo se los revisa a la entrada, nunca a la salida. El ingreso de estupefacientes en las canchas sortea fácilmente las requisas pues ya está en los estadios, a veces mucho antes de cada partido. La tribuna es una zona liberada para el consumo y el reparto.
El narcotráfico recluta sus hombres de estas barras. Empezó arreglando con varios “jefes” hasta que la propia descomposición hizo que directamente intervengan con quienes dirigen todo. Las internas de las barras constituyen un mal negocio de delaciones, disputas y muerte. Para el narcotráfico, tiene que haber una sola dirección de las operaciones.
La muerte del “Pimpi”, que había sido desplazado de la dirección total de la barra ante la caída de Eduardo López –el ex presidente de NOB–, es la resultante de la pérdida de ese control. La emboscada de hace dos meses –que terminó con la muerte de un chico de 14 años cuando se trataba de matar al actual capo de la hinchada– dejó a “Pimpi” Camino en una situación sin retorno, pues entre los involucrados en el asesinato por encargo cayeron traficantes, teléfonos y direcciones que comprometían a quienes regentean la droga en Rosario en connivencia con la policía.
El asesinato nada tiene que ver con el fútbol y ni siquiera con la pasión del hincha. Indica que el narcotráfico domina ahora abiertamente el escenario. Esto muestra la inmensa gravedad de las iniciativas del gobierno en el armado de “Hinchadas Unidas”, buscando “blanquear” este horrible trasfondo de delincuencia social. No hay peleas por los “pasajes” al mundial. Para el dinero que se maneja por la droga, los pasajes son un “vuelto”.
La misma policía que convivió y negoció durante 14 años con López el armado de la banda del “Pimpi”, ahora tiene “nuevo socios”; entre ellos han decidido efectuar una “ejemplar limpieza” que tiene sólo un horizonte: los negocios sucios y la descomposición y destrucción de la juventud con la mirada cómplice de los políticos burgueses.
Tendrían que ir presos López y el actual jefe de la policía de Rosario, abiertamente involucrado en el asesinato, y los jefes de la banda “los Monos”, regenteadores del narcotráfico, perfectamente conocidos por su dominio de barriadas enteras.
Nada de eso va ocurrir y sería un serio error pensar que este fenómeno –a pesar de su gravedad– es sólo “rosarino”. El mismo proceso ocurre actualmente en Estudiantes de la Plata. El narcotráfico se ha transformado en el verdadero jefe de todas las barras, un salto tremendo hacia la descomposición donde el propio régimen es el principal responsable.
Juan Ferro
Casi se podría decir que habrá un antes y un después con el asesinato del Pimpi en el ambiente de las canchas. No porque se vaya a terminar la violencia, sino porque este asesinato pone de manifiesto algo mucho peor que el ya conocido proceso de descomposición social de las barras, sus negocios y la corruptela de los dirigentes que las avalan: el narcotráfico comienza a dominar el escenario de las barras físicamente.
La muerte del Pimpi cierra un ciclo. El narcotráfico, en Rosario, asume el control de las barras y los litigios los resuelve con los métodos de la mafia. Hace unos días también resolvieron otro litigio matando al “Chaperito”, otro disidente que quería desbancar a la banda que hoy dirige la hinchada de Central.
La cancha abre un inmenso mercado para la droga entre la juventud, que luego se distribuye territorialmente a los barrios. La cancha es una suerte de tierra liberada. A los hinchas sólo se los revisa a la entrada, nunca a la salida. El ingreso de estupefacientes en las canchas sortea fácilmente las requisas pues ya está en los estadios, a veces mucho antes de cada partido. La tribuna es una zona liberada para el consumo y el reparto.
El narcotráfico recluta sus hombres de estas barras. Empezó arreglando con varios “jefes” hasta que la propia descomposición hizo que directamente intervengan con quienes dirigen todo. Las internas de las barras constituyen un mal negocio de delaciones, disputas y muerte. Para el narcotráfico, tiene que haber una sola dirección de las operaciones.
La muerte del “Pimpi”, que había sido desplazado de la dirección total de la barra ante la caída de Eduardo López –el ex presidente de NOB–, es la resultante de la pérdida de ese control. La emboscada de hace dos meses –que terminó con la muerte de un chico de 14 años cuando se trataba de matar al actual capo de la hinchada– dejó a “Pimpi” Camino en una situación sin retorno, pues entre los involucrados en el asesinato por encargo cayeron traficantes, teléfonos y direcciones que comprometían a quienes regentean la droga en Rosario en connivencia con la policía.
El asesinato nada tiene que ver con el fútbol y ni siquiera con la pasión del hincha. Indica que el narcotráfico domina ahora abiertamente el escenario. Esto muestra la inmensa gravedad de las iniciativas del gobierno en el armado de “Hinchadas Unidas”, buscando “blanquear” este horrible trasfondo de delincuencia social. No hay peleas por los “pasajes” al mundial. Para el dinero que se maneja por la droga, los pasajes son un “vuelto”.
La misma policía que convivió y negoció durante 14 años con López el armado de la banda del “Pimpi”, ahora tiene “nuevo socios”; entre ellos han decidido efectuar una “ejemplar limpieza” que tiene sólo un horizonte: los negocios sucios y la descomposición y destrucción de la juventud con la mirada cómplice de los políticos burgueses.
Tendrían que ir presos López y el actual jefe de la policía de Rosario, abiertamente involucrado en el asesinato, y los jefes de la banda “los Monos”, regenteadores del narcotráfico, perfectamente conocidos por su dominio de barriadas enteras.
Nada de eso va ocurrir y sería un serio error pensar que este fenómeno –a pesar de su gravedad– es sólo “rosarino”. El mismo proceso ocurre actualmente en Estudiantes de la Plata. El narcotráfico se ha transformado en el verdadero jefe de todas las barras, un salto tremendo hacia la descomposición donde el propio régimen es el principal responsable.
Juan Ferro
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