El lunes a la madrugada, los Kirchner y Aníbal Fernández pusieron su infantería al servicio del pulpo Kraft/Terrabusi.
Los palos y gases no pudieron quebrar la tenaz resistencia obrera contra los despidos y en defensa de su organización fabril.
Por los mismos motivos, los trabajadores del subte paran este jueves 10.
Defienden a su representación obrera contra una burocracia que viene de entregar, una vez más, las aspiraciones salariales.
El gobierno kirchnerista ya le mostró los dientes a los compañeros de Metrovías. Lo hizo a través del secretario de Transporte, el ex funcionario macrista Juan Pablo Schiavi.
“El servicio está por encima del derecho de huelga”, dijo. Habló en nombre del gobierno que perpetró el mayor vaciamiento de los servicios públicos en beneficio de los privatizadores.
¡El mismo libreto se aplicó, semanas atrás, contra los obreros petroleros del sur! Después de una huelga que arrancó el 25% de aumento y el pago de los días caídos, Repsol y el gobierno exigieron, en un acta fascista, la virtual ilegalización de las huelgas en toda Santa Cruz.
Terrabusi, el subte, petroleros. El gobierno, que muestra su mejor sonrisa ante el FMI, rechina los dientes contra la clase obrera.
Pero este frente común del gobierno con Repsol, Kraft o Roggio tiene otro socio de fierro: la burocracia sindical.
Mientras apaleaban a los compañeros de Terrabusi, el burócrata Daer salía a “desmarcarse” de la acción de los obreros.
Mientras los obreros del subte salen a la lucha, la burocracia de la UTA actúa como fuerza de choque de Roggio y el gobierno contra los delegados.
Mientras los piquetes patagónicos reclamaban luchar contra los pulpos, la burocracia petrolera firmaba el acuerdo rompehuelgas impuesto por los Kirchner y Repsol.
La burocracia es el brazo ejecutor de la escalada capitalista contra la clase obrera.
Pero esa ofensiva encuentra una línea de resistencia.
La conforman los delegados, activistas y comisiones internas que se han puesto de pie al cabo de luchas extraordinarias.
Los trabajadores del subte, de la alimentación, del petróleo; los estatales de Córdoba y de Santa Cruz; los compañeros de Tatsa se han cargado al hombro la defensa del salario, de las condiciones laborales y de sus organizaciones de lucha.
Mientras tanto, los burócratas se han cargado otro crimen contra la salud y la vida de los trabajadores. Es el escándalo de los medicamentos truchos, que financió la campaña electoral de “su” gobierno.
“Se va a acabar..., se va a acabar”... La vieja consigna de la clase obrera que lucha contra la burocracia necesita sonar con más fuerza que nunca.
Abramos una deliberación en todos los sindicatos por la formación de agrupaciones y de una tendencia clasista; por la convocatoria a plenarios y congresos de trabajadores, para debatir y luchar por una salida obrera frente al desastre que nos deparan un gobierno en ruinas, por un lado, y sus opositores capitalistas, por el otro.
Los palos y gases no pudieron quebrar la tenaz resistencia obrera contra los despidos y en defensa de su organización fabril.
Por los mismos motivos, los trabajadores del subte paran este jueves 10.
Defienden a su representación obrera contra una burocracia que viene de entregar, una vez más, las aspiraciones salariales.
El gobierno kirchnerista ya le mostró los dientes a los compañeros de Metrovías. Lo hizo a través del secretario de Transporte, el ex funcionario macrista Juan Pablo Schiavi.
“El servicio está por encima del derecho de huelga”, dijo. Habló en nombre del gobierno que perpetró el mayor vaciamiento de los servicios públicos en beneficio de los privatizadores.
¡El mismo libreto se aplicó, semanas atrás, contra los obreros petroleros del sur! Después de una huelga que arrancó el 25% de aumento y el pago de los días caídos, Repsol y el gobierno exigieron, en un acta fascista, la virtual ilegalización de las huelgas en toda Santa Cruz.
Terrabusi, el subte, petroleros. El gobierno, que muestra su mejor sonrisa ante el FMI, rechina los dientes contra la clase obrera.
Pero este frente común del gobierno con Repsol, Kraft o Roggio tiene otro socio de fierro: la burocracia sindical.
Mientras apaleaban a los compañeros de Terrabusi, el burócrata Daer salía a “desmarcarse” de la acción de los obreros.
Mientras los obreros del subte salen a la lucha, la burocracia de la UTA actúa como fuerza de choque de Roggio y el gobierno contra los delegados.
Mientras los piquetes patagónicos reclamaban luchar contra los pulpos, la burocracia petrolera firmaba el acuerdo rompehuelgas impuesto por los Kirchner y Repsol.
La burocracia es el brazo ejecutor de la escalada capitalista contra la clase obrera.
Pero esa ofensiva encuentra una línea de resistencia.
La conforman los delegados, activistas y comisiones internas que se han puesto de pie al cabo de luchas extraordinarias.
Los trabajadores del subte, de la alimentación, del petróleo; los estatales de Córdoba y de Santa Cruz; los compañeros de Tatsa se han cargado al hombro la defensa del salario, de las condiciones laborales y de sus organizaciones de lucha.
Mientras tanto, los burócratas se han cargado otro crimen contra la salud y la vida de los trabajadores. Es el escándalo de los medicamentos truchos, que financió la campaña electoral de “su” gobierno.
“Se va a acabar..., se va a acabar”... La vieja consigna de la clase obrera que lucha contra la burocracia necesita sonar con más fuerza que nunca.
Abramos una deliberación en todos los sindicatos por la formación de agrupaciones y de una tendencia clasista; por la convocatoria a plenarios y congresos de trabajadores, para debatir y luchar por una salida obrera frente al desastre que nos deparan un gobierno en ruinas, por un lado, y sus opositores capitalistas, por el otro.
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