Reportaje a Jorgelina Signa
–¿Cómo se han recibido nuestras plataformas?
–Los materiales del PO de por sí nunca son mal recibidos, lo extra es que las elecciones del 2 de agosto, cuando logramos el 8,5% de los votos, colocaron al PO como una de las variantes políticas a votar el próximo 27. Eso ayuda a despegarnos un poco del “son gente buena, tienen razón en lo que dicen pero cuesta que los voten”. Además, hemos notado en los recorridos de los barrios que los laburantes nos han comenzado a votar. En los piqueteos de fábrica reconocen que somos el único partido que va, que se acuerda de ellos y que los apoya cuando hay conflictos.
–Hablando de fábricas, ¿qué pasó con el plebiscito del intendente sobre la empresa Celulosa?
–Es demagogia. Celulosa tiene 80 años en la ciudad y contó hasta con 3.000 obreros y ritmos de producción lejos del actual. Esta mini-Botnia, hoy, trabaja con un 10% de esos obreros; es decir, con 300 trabajadores efectivos y una rotación de otros 150 de la Uocra. Sólo representa el 1,6% de la mano de obra de la ciudad y, sin embargo, produce mucho más que años anteriores. Celulosa está en boca de todos por los escapes repetidos de cloro. Un sector de la comunidad sufre graves problemas alérgicos y de intoxicación, lo que empezó a llevar pequeñas delegaciones de vecinos y docentes a las sesiones del Concejo de la ciudad.
En un manotazo de ahogado, el intendente lanzó una verdadera extorsión a la población, diciendo: “Propongo un plebiscito vinculante y que la gente decida si Celulosa tiene que estar en la ciudad o que seamos una ciudad jardín aunque no sepamos de qué vamos a vivir, probando que la empresa contamina y que se debe ir”, y reiteró que “ésta no es una decisión que yo pueda tomar”.
Esta extorsión entre si tengo que morir intoxicado o tengo que morir de hambre, es el reflejo de un gobierno municipal en ruinas.
–¿Qué planteo tenemos frente a la muerte de Nilda, la señora que murió aplastada por la garita?
–Lo que te decía antes: este gobierno municipal y un Concejo Deliberante borocotizado no pueden garantizar si seguís vivo esperando un micro. El derrumbe de la garita es el derrumbe del gobierno municipal. Capitán Bermúdez es una ciudad sin veredas, sin banquinas, sin obras, sin seguridad.
Se necesita un impuesto extraordinario a las grandes empresas para la puesta en marcha de obras públicas (pavimentación, banquinas, etc.) bajo control de los trabajadores y vecinos, que genere puestos de trabajo y dé seguridad a nuestra ciudad.
–En cuanto a seguridad, ¿qué planteamos frente a la ola de robos cada vez más intensa?
–Mirá, Capitán Bermúdez es la capital del “viva la Pepa”. Está prohibido vender pirotecnia, pero acá se vende; no se puede dar alcohol a los menores en los boliches, pero acá sí; los comisarios cambian cada tres meses. Es decir, terminar con la inseguridad exige terminar con el aparato policial y la complicidad del gobierno.
–¿Cómo nos encontramos frente al 27 de septiembre?
–Muy bien, hay un gran esfuerzo militante de los compañeros del PO en Bermúdez. El ánimo es alentador y firme. Creo que tenemos un gran desafío político.
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