La universidad no puede permanecer indiferente ante las próximas elecciones del 28 de junio.
La bancarrota económica del capitalismo y la crisis del régimen político en Argentina plantean para todas las clases sociales una transición histórica y política, que exige una toma de posición de las mujeres y hombres progresistas y revolucionarios de la universidad.
El futuro de la universidad estará determinado por el rumbo que adopte esta transición política: o el rescate del capital a costa de una destrucción de las fuerzas productivas y a costa de los trabajadores, o la expropiación de ese capital en función de un desarrollo social bajo la dirección de los verdaderos productores manuales e intelectuales de la riqueza social.
En nuestro país y en América Latina, los últimos años han ofrecido una nueva oportunidad al nacionalismo burgués, que ha usufructuado enormes movilizaciones de masas e incluso insurrecciones. El balance de esta experiencia es concluyente: el nacionalismo burgués (militar, peronista o indigenista) no ha sido capaz, otra vez, de transformar socialmente a nuestros países. Se ha agotado en una experiencia limitada de ‘boom' de exportaciones de materias primas, ha jugado en esencia un rol conservador del orden existente (amenazado por la insurgencia popular) y hoy es presa de la bancarrota capitalista.
En los últimos seis años, el "modelo nacional y popular" de Argentina ha dejado a la universidad pública en un estado peor aun que el de la década menemista. Un presupuesto miserable, una deserción que afecta a decenas de miles de jóvenes, edificios destruidos y aulas superpobladas, docentes que cobran salarios de miseria y hacen todo lo que está a su alcance para continuar una tarea pedagógica y de investigación precarias. La orientación social de conjunto de la universidad sigue siendo privatista: porque, por un lado, se orienta a funcionar como una contratista tercerizada del capital financiero y porque, por otro, asiste a su propia desintegración para dar paso a una universidad arancelizada y privada. No es casual que aún subsista la Ley de Educación Superior del menemismo, a igual título que sobrevive la ley del peón rural de la dictadura y, en definitiva, un 50% de la ‘legislación' de los gobiernos militares.
La crisis universitaria es una expresión acentuada del fracaso del gobierno que basó su estrategia en "reconstruir la burguesía nacional". Precisamente por eso ha sido un período de saqueo de las finanzas públicas para beneficiar a la ‘patria capitalista', sin ningún aporte sustancial al desarrollo independiente de las fuerzas productivas. Ahora, la bancarrota capitalista ha acentuado esta tendencia al parasitismo propia de una burguesía que se ‘capitaliza' a costa del Estado. La Anses ha pasado a ser la caja de rescate del capital en crisis, incluido el de pulpos como Mercedes Benz o General Motors y Aluar. La Anses es hoy el principal acreedor de Argentina, con un 20% de su deuda pública. Bajo las barbas nacionales y populares, los acreedores internacionales han sido resarcidos de una deuda externa impagable y ese pagadiós ha sido transferido al fondo de los jubilados. La tendencia a reconvertir a la deuda pública con los acreedores capitalistas, en una deuda pública con los recursos para la jubilación, constituye la expresión más descarnada del carácter capitalista confiscatorio del gobierno de la burguesía nacional.
Mientras tanto, la educación y la universidad se baten en un retroceso implacable. Es que la cultura y la investigación no pueden ir más allá de los límites históricos de la clase social dominante. Sucede que la universidad, por el lugar particular que ocupa en la sociedad, depende más que ninguna otra institución de la capacidad de desarrollo de las fuerzas productivas por parte de la clase social dominante. Pero luego de seis años de dilapidación de los fondos públicos y de la amenaza de una nueva bancarrota del Estado, es imposible esperar una recuperación de la universidad en los marcos sociales existentes. Bajo el alero del gobierno ‘nacional y popular' ha prosperado una burguesía sojera que depende del capital financiero internacional para sus insumos y capital de trabajo; que depende de los monopolios de exportación, que depende del monocultivo destructor del medio ambiente, de la superexplotación obrera y, por sobre todo, de la especulación de los fondos de inversión internacionales que han precipitado al capitalismo a la bancarrota. Todo en función del objetivo estratégico de "reconstruir a la burguesía nacional". El choque entre el gobierno y la patronal sojera constituye, por eso mismo, el principio del fin de la disolución del régimen kirchnerista.
El Ministerio de Ciencia y Técnica, que la presidenta presentó como la palanca de una prometida revolución tecnológica, ha concluido en el ridículo. La "incubadora de proyectos" creada por el ministro Lino Barañao en la facultad de Ciencias Exactas concluyó en un fracaso, porque estaba basado en la ilusión de unir a los jóvenes científicos con los "capitalistas emprendedores", en un mercado copado por los grandes monopolios. Los planes de fomento para las carreras de Ingeniería, que según el discurso oficial recibirían un trato preferencial para multiplicar sus graduados, todo en función del desarrollo industrial nacional, derivaron en planes privatizadores que descalificaron las carreras de grado, pasando las especialidades a posgrados arancelados (Promei). Los únicos beneficiados fueron los monopolios capitalistas que aprovecharon una mano de obra calificada a muy bajo costo (pasantías) y se valieron de las instalaciones universitarias para reducir sus costos operativos. Pero al día de hoy no tenemos ni desarrollo industrial ni fomento de las carreras de Ingeniería.
El fracaso del kirchnerismo vuelve a mostrar a las claras (la historia se repite cuando no es transformada por una acción superadora) una cuestión estratégica: la incapacidad de la burguesía nacional para desarrollar las fuerzas productivas e independizar a la nación. Luego de seis años de "modelo productivo" toda la clase capitalista vuelve a reclamar la devaluación del peso, como viene ocurriendo desde 1810. En poco tiempo, cumpliremos el Bicentenario de la Nación Devaluadora del Sur. Pero la devaluación, como ya se ha visto repetidas veces, sirve para reducir los salarios y el gasto estatal, y para desvalorizar el ahorro de los trabajadores acumulados en la seguridad social. Argentina no ha avanzado un ápice; la universidad tampoco. Pero, como dice el refrán, todo lo que no avanza retrocede.
El acuerdo con el FMI
Esta salida implicará un mazazo sobre la universidad: un ajuste del gasto para la salud, la educación, la vivienda, la cultura.
Los grandes monopolios, como Monsanto o Techint, tienen a la universidad entre ceja y ceja. A la UBA, en particular, que desarrolla un tercio de toda la investigación científica del país. No porque quieran ‘invertir' en educación, como dicen los discursos, sino más bien lo contrario; es decir, transformar el presupuesto universitario en un subsidio indirecto al gran capital. En todo caso, para convertir a la universidad en un apéndice del capital financiero, lo que significa el punto final para la mayoría de sus actividades académicas y científicas.
Las camarillas universitarias son las agentes burocráticas (el mote de intelectual aquí no cabe) de las ‘reformas académicas' basadas en "prácticas profesionales" en empresas y, por sobre todo, en un ciclo de posgrados cuyos contenidos se limitan a las necesidades inmediatas de los monopolios. Se sigue al pie de la letra el libreto de la Organización Mundial del Comercio (OMC), que propone a las empresas derivar la formación de sus empleados en la universidad. Así, la propia universidad pierde su objetivo estratégico para transformarse ella misma en el departamento de "recursos humanos" de los monopolios capitalistas.
Un paso adelante
La transición histórica y política del capitalismo y del régimen existente, encuentra al movimiento estudiantil universitario con una experiencia política acumulada.
El Argentinazo de diciembre de 2001 tuvo su expresión directa en el movimiento estudiantil, con la derrota implacable de Franja Morada y la recuperación de la Federación Universitaria de Buenos Aires, la principal federación del país, por parte de la izquierda que lucha.
La "borocotización" de una parte del movimiento popular por los K, no pudo prosperar en el movimiento estudiantil y docente. El kirchnerismo no logró, ni en sus mejores momentos, hacer pie en el estudiantado.
La independencia política conquistada por el movimiento estudiantil y por el sindicalismo docente tiene un alcance histórico. La oposición al gobierno que se reclama nacionalista, se ejerce desde la izquierda, no desde la derecha, desde un estudiantado solidario con la clase obrera; no desde la patria sojera. Esta oposición de izquierda y socialista al kirchnerismo es la que ha desarrollado el Partido Obrero en la universidad y en el conjunto de la educación nacional.
Mientras la universidad ha evolucionado por abajo hacia la izquierda, la cúpula universitaria de rectores y decanos ha acentuado su carácter de camarilla. Los decanos radicales shuberofistas, que hoy se alinean con la Coalición Cívica-UCR, se unieron con los decanos ‘progres' de Carta Abierta para votar la fórmula Hallú-Sorín en una Asamblea Universitaria que sesionó mientras la Federal arremetía contra la Fuba. Los ‘progres' vieron en la lucha estudiantil un objetivo "destituyente", con la cual, a diferencia de su relación con los sojeros, no quieren ningún compromiso. Por eso insisten en judicializar la lucha estudiantil y a sus protagonistas.
Esta camarilla ha incumplido su promesa de reformar los estatutos para democratizar el gobierno de la Universidad de Buenos Aires; en lugar de ello, copiando al gobierno, ha decidido adelantar las elecciones universitarias de 2009, en un nuevo intento de arrebatar la dirección estudiantil y copar al conjunto de los claustros, incluidos los colegios pre-universitarios.
Necesitamos una revolución universitaria
Es necesario que tomemos partido en las elecciones del 28 de junio, del mismo lado que lo hacemos en la universidad, porque la revolución universitaria solamente podrá consumarse como una lucha política de alcance nacional, junto a los trabajadores, o sea junto a la clase obrera que ocupa fábricas y empresas, y reclama que la crisis la paguen los capitalistas. No a las salidas capitalistas es nuestra consigna, porque no serán realmente salidas y porque provocarán nuevas privaciones y nuevas frustraciones. No a las salidas capitalistas, aunque provengan de las colectoras de la clase capitalista, como los Sabbatella y Solanas. La pretensión de ‘restaurar' al Frepaso o al kirchnerismo plural, es también una restauración conservadora (como toda restauración). La bancarrota capitalista clausura cualquier posibilidad progresista para el centroizquierdismo.
Como ha sucedido tantas veces en la historia de nuestro país, desde la Reforma del ‘18 hasta la fecha, el movimiento estudiantil tiene un lugar central: el de aliado directo de los trabajadores, que ahora luchan cada vez con más fuerza contra los despidos y las suspensiones, y para que la crisis la paguen los capitalistas. Esa batalla se libra afuera de la universidad y adentro de ella.
Las posibilidades de transformar en términos progresistas a la universidad, en el marco capitalista, están agotadas. Suponer lo contrario es resignarse a un calvario todavía más prolongado que el ya conocido.
Sólo liberando a la sociedad de las trabas del capital, la universidad podrá encontrar su verdadero desarrollo, la superación de su alienación histórica, la división entre el trabajo intelectual y la práctica social transformadora. . Así ya lo vieron muy tempranamente los grandes dirigentes del movimiento estudiantil como Mella y Mariátegui, quienes hoy, de manera indigna, se los quiere presentar como portavoces de los nacionalismos locales.
Sobre la base de esta caracterización, llamamos al movimiento estudiantil y docente a votar por el Partido Obrero en Capital y Provincia. La universidad que busca su verdadero camino por la izquierda y por el socialismo debe aportar al recuento de fuerzas que la sociedad hará el 28 de junio próximo. Desde ese recuento iremos a nuevas batallas por la Cultura y la Educación. Para que la crisis la paguen los capitalistas y, por esta vía, marchar hacia la Unidad Socialista de América Latina.
Llamamos a la universidad a pesar con toda su fuerza en las decisiones nacionales. Será un hito fundamental en la lucha por una verdadera Revolución Universitaria.
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