jueves, 2 de abril de 2009

MEXICO

Una profunda crisis de Estado
Narcotráfico, guerra de carteles, intervención militar

"A veces, la policía (mexicana) ha sido aplastada por la potencia de las armas en poder de los narcotraficantes, equipados con rifles de combate y con granadas" (La Nación, 25/3). Esa capacidad militar de las mafias, si bien señala su poderío en todos los planos, no es la razón principal por la cual los narcos están ganando la batalla. Ellos ganan porque tienen penetrado el aparato del Estado al punto que, al decir del investigador italiano Roberto Saviano, ya ni siquiera resulta apropiado hablar de infiltración: "Ellos son el Estado", dice el autor de "Gomorra". Por tanto, la guerra permanente entre los carteles por mercados y rutas deriva, de suyo, en crisis de Estado. Ahora, por primera vez, el problema empieza a dejarse sentir en territorio norteamericano.
En su último número, la revista Forbes incluye entre los hombres más ricos del mundo al narcotraficante Joaquín Guzmán "el Chapo" Loera, jefe del cartel de Sinaloa y prófugo -aunque muy visible y de vida casi pública- desde que los guardias del penal de máxima seguridad de Puente Grande, en Jalisco, lo dejaran huir el 19 de enero de 2001. Gobernaba entonces Vicente Fox y comenzaba la guerra entre carteles por el control de las rutas.
Ahora bien: que "el Chapo" figure en aquella lista de magnates produjo un escándalo que da idea de la magnitud de la crisis, porque el presidente de México, Felipe Calderón, ha sugerido que esa inclusión obedece a un "armado mediático", organizado por... Barack Obama.
La guerra de los narcos mexicanos ha producido siete mil muertos desde enero de 2008 y es el argumento por el cual Washington se propone reforzar la militarización de su frontera sur. La secretaria de Seguridad Nacional, Janet Napolitano (ex gobernadora de la sureña California) ha dicho que "el presidente está preocupado... (y) comprometido a asegurar nuestras fronteras y hacer lo que tenga que hacer para reducir el tráfico ilegal en ambas direcciones" (El País, 25/3). He ahí la complejísima trama que llevó a Hillary Clinton a México. Por supuesto, esa disposición de Obama a "hacer lo que tenga que hacer" ha producido un terremoto político, sobre todo después de que Rick Perry, el republicano gobernador de Texas, pidiera a Napolitano el envío de 1000 soldados para custodiar la frontera.
El gobierno central contestó que no mandará al Ejército pero sí a la Guardia Nacional, a la DEA y al FBI. Mientras tanto, el general Gene Renuart, jefe del Comando Norte, informó que "el Departamento de Defensa ya emplea en la frontera tecnología perfeccionada en los frentes bélicos de Irak y Afganistán, incluidos sistemas de vigilancia, aviones robotizados y sensores para localizar túneles" (Sur, 22/3).
La Casa Blanca y el Pentágono piensan que el gobierno mexicano ha perdido parte de su territorio a manos del narcotráfico, lo cual, añaden, constituye un asunto de seguridad nacional para los Estados Unidos. Se trata de una verdad a cuartas; es decir, de una mentira completa. Veamos.
Un golpe de Estado
"El Chapo" Loera, un ex campesino pobrísimo, tiene una fortuna que supera por lo menos en diez veces el presupuesto de la Procuraduría General de la República, el organismo supuestamente encargado de perseguirlo. Ahora bien: si los narcos "son" el Estado, lógicamente las guerras entre ellos derivan en crisis políticas enormes que tienden a disgregar el aparato estatal.
En Chihuahua, donde opera el grueso de la tropa de 45 mil soldados y 5 mil policías movilizados por Calderón, se ha producido en la práctica un golpe de estado y la instauración de una dictadura militar. El ejército destituyó a las autoridades civiles y se hizo cargo del gobierno de la región. Tanto allí como en Ciudad Juárez -con multimillonarias y estrafalarias mansiones de narcos en sus barrios altos- ya proliferan las denuncias por torturas y atropellos diversos contra la población por parte de los militares, mientras los policías federales se hacen un festín de "mordidas" (coimas).
Todo eso sucede mientras México sucumbe ante la crisis mundial. Su comercio exterior registró en 2008 un déficit de 2.830 millones de dólares, el mayor de su historia, mientras su desempleo ha crecido del 4 al 4,8 por ciento, el aumento más alto de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE), que agrupa a las naciones industrializadas. Las sociedades de inversión declararon una merma del 7,16 por ciento en sus activos, el peso se ha devaluado un 24 por ciento en tres meses (entre septiembre y enero) y el poder adquisitivo perdió un 32,64 por ciento el año pasado. En una economía rota por la crisis, el narcotráfico mueve, sólo en Chihuahua y Ciudad Juárez, entre 10.000 y 15.000 millones de dólares por año. En todo México, el tráfico de drogas opera por unos 40 mil millones de dólares anuales, lo cual lo convierte, por muy lejos, en el factor económico más dinámico del país.
La frontera tiene dos lados
En la ciudad norteamericana de El Dorado, en la frontera con México, los narcotraficantes mexicanos "cambiaban la cocaína por dólares limpios y armas relucientes que introducían luego en México sin que la policía estadounidense hiciese prácticamente nada para impedirlo" (El País, 26/3).
Calderón admitió que "con los dólares, las mafias compran voluntades políticas y cuerpos de policía en completo" (ídem). Por supuesto, eso no sucede sólo del lado mexicano. Tampoco la guerra se desarrolla únicamente en el margen meridional del río Grande. Por el contrario, ha llegado a territorio norteamericano y se extiende hasta Canadá.
"Las autoridades policiales (norteamericanas) creen que los traficantes que distribuyen marihuana, cocaína, metanfetaminas y otras drogas para los carteles son responsables de la erupción de tiroteos y violencia en Vancouver, de secuestros en Phoenix, de brutales ataques en Birmingham (Alabama) y de muchos delitos más" (La Nación, 25/3).
Según esas mismas fuentes, en la frontera de 3.141 kilómetros operan más de seis mil distribuidores norteamericanos de drogas, proveedores además de las réplicas del fusil de asalto AK-47, usado por los carteles. Del lado norteamericano hay más de mil armerías (en promedio, una cada tres kilómetros) que venden legalmente armamento de guerra. Ese comercio, por supuesto, financia a la Asociación Nacional del Rifle.
Añádase a eso que, según el Departamento de Justicia, los consumidores norteamericanos gastan en cocaína 178.820.191 dólares por día, unos 65 mil millones de dólares anuales. Se debe tener en cuenta que el consumo de cocaína ha retrocedido notablemente en favor de otro tipo de estupefacientes, sobre todo los sintéticos.
En definitiva, se empieza a tocar un punto de inflexión, en el cual el poder de la mafia amenaza disolver el aparato del Estado que tiene profundamente penetrado. Ese fenómeno, que ha llegado a una situación de difícil retorno en México, empieza a insinuarse en los Estados Unidos.
Pero, además, esto se produce en medio de la crisis, lo cual es decisivo.
En principio, si sólo las organizaciones mafiosas italianas mueven hasta 50 veces más dinero que grupos imperialistas como la Fiat, se deduce que los capitales de la mafia no han tenido un papel menor en la sobreacumulación capitalista que estalla en estos días. Pero, paralelamente, "el dinero del narcotráfico constituye un importante capital líquido de inversión disponible", según declara el responsable de la Oficina de Naciones contra las Drogas y el Delito (Onudd), Antonio María Costa, quien reveló que, por medio de préstamos interbancarios, "algunos bancos se salvaron (de la crisis) de esa forma" (Clarín, 2/3).
Como se ve, no es poco lo que se juega en esta cuestión. Calderón, a quien los narcos le infiltraron hasta su personal de custodia, ha echado mano a los militares, uno de los sectores del Estado mexicano más corrompidos y penetrados por el narcotráfico. Peor el remedio que la enfermedad. En medio de la crisis, las pestilencias de todo un régimen social hieden hasta lo insoportable.
Alejandro Guerrero
Publicado en Prensa Obrera nº 1077

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