El nuevo Pacto de Olivos
Las posibilidades electorales del kirchnerismo se van encogiendo, aunque el gobierno espera un rescate de la cosecha de soja y un rescate del banco central norteamericano, luego del salvavidas que le tiró el de China. En cualquier caso, la UIA parece creer que se trata de un socorro que asfixia, porque desprotege a la producción nacional. Tampoco es claro que los sojeros vendan todo lo que recojan. En estas condiciones, mientras las brigadas sanitarias fumigan los barrios atacados por el dengue, las encuestas electorales siguen abatiendo al gobierno, incluso con “Néstor” a la cabeza.
Buenos Aires, de todos modos, no es más que la primera escala del tobogán oficialista. En Santa Fe y en Córdoba, los desplantes de Reutemann, por un lado, y de Schiaretti, por el otro, han hecho estallar al PJ. El gobernador cordobés resolvió excluir de la lista a todo aquel que “no defienda la eliminación de las retenciones” y la coparticipación. En las dos provincias, las listas kirchneristas puras están condenadas al tercer lugar. Cuando la Presidenta quiso parar la fuga de gobernadores con el anuncio de una coparticipación parcial de las retenciones a la soja, al menos en dos casos –Córdoba y Entre Ríos– sus gobiernos transfirieron esos recursos al capital sojero (disminuyeron el impuesto inmobiliario rural). Pero el dislocamiento fiscal es incontrolable: al menos tres provincias –Córdoba, Río Negro y Jujuy– ya estudian la creación de monedas propias para paliar la quiebra de sus tesoros.
Interna peronista
Néstor Kirchner, sin embargo, está obligado a encabezar su lista a pesar de las encuestas, porque lo contrario “sería el fin de la elección antes de la elección (...), le seguiría una masiva fuga de peronistas hacia las listas de De Narváez y Solá” (La Nación, 5/4). Uno de los mayores patoteros del Conurbano, el intendente Ishii, lo definió con claridad: “Debe ser él, necesitamos que (el candidato) sea él”. Pero la lealtad de Ishii termina ahí: De Narváez previno que los intendentes del Conurbano serán “los caballos de Troya del kirchnerismo”, anticipando el “cambio de amo” para después de las elecciones. “A los peronistas les encanta la plata”, completó a La Nación el hombre que cobró 600 millones de dólares por la venta de Casa Tía.
Kirchner no deja pasar un día sin denunciar a De Narváez como “derechista y neoliberal”, pero no explica por qué este núcleo duro de gobernadores, diputados e intendentes se le dio vuelta, luego de casi un lustro.
La “colectora” porteña y progresista
El punto más alto del derrumbe oficial es la Capital. El gobierno no pudo encontrar aún un candidato, después de las deserciones de Filmus, Ginés, Bielsa, Telerman y, el último, Aníbal Ibarra. Por ahora, el único que se “ofertó” para la tarea es el banquero Carlos Heller, quien decidió eliminar de su “prontuario” las fojas que lo tienen como animador del curro de las AFJP, como confiscador de los ahorristas en 2001 y como lobbista de la devaluación de Duhalde. Esto es lo mejor que encontró el oficialismo para la Ciudad, al menos por ahora.
Kirchner instruyó a Heller para maquillar un armado oficial “antimacrista”, capaz de agrupar por igual a Ibarra y Bonasso, e incluso Solanas. El kirchnerismo buscará incluso “el atajo de la CTA para llegar a Solanas” (Crítica, 5/4). Otro que fogonea esta línea porteña es el bonaerense Sabatella, el “oficialista en voz baja”. Pero este gran “frente progre” encuentra numerosos obstáculos políticos. Solanas y Proyecto Sur tienen sus lazos con el sojero Eduardo Buzzi o la Federación Agraria. Ibarra está retomando lazos con los radicales cobistas porteños que formaron parte de su gobierno. El centroizquierda transita, sin solución de continuidad, entre los dos polos de la política capitalista: el gobierno y la oposición sojera.
Velando a Alfonsín
La gran operación mediática y política armada en torno de la muerte de Alfonsín no pasó por el costado de la crisis política. Por de pronto, sirvió para que la UCR saliera a levantarle la apuesta a Carrió en las listas electorales y para arrimarse a Cobos. Pero los problemas del bloque UCR-Carrió son antiguos: incluso antes de la muerte de Alfonsín, la UCR cordobesa había resuelto presentarse por afuera de Juez. Los radicales porteños no descartan hacer lo mismo. Pero frente a la candidatura de Michetti, se teje la variante contraria: un frente cívico progresista de la UCR, el banquero ‘cívico’ Prat Gay y el partido socialista.
Al exhumar a Alfonsín, toda la prensa exaltó al ex presidente como “el hombre del diálogo y los pactos políticos”. Incluso el oficialista Verbitsky calificó a Alfonsín como “el hombre de los consensos”, que contó con la ayuda del propio Cafiero (¡y de Alsogaray! –el que más respaldó a Alfonsín en la capitulación de la Semana Santa de 1987). O sea que los ultraoficialistas están levantando la bandera blanca para después del 28 de junio. La evocación del Pacto de Olivos y de la reforma constitucional de 1994 (reelección de Menem) sirvieron para alimentar versiones sobre nuevas reformas semiparlamentarias, que otorgarían al Congreso una voz para designar al jefe de Gabinete. El programa de ese cogobierno sería consensuado por todos los “muchachos peronistas”.
Ese pacto parlamentario ayudaría también a cerrarle la sucesión presidencial a Cobos. En dirección opuesta, quien mueve los hilos de la reinstalación de Cobos dentro de la UCR es el ‘Coti’ Nosiglia, un campeón de los pactos políticos entre el PJ y la UCR. El socio histórico del “Coti” es Luis Barrionuevo, que está negociando la ubicación de los suyos en las listas de Solá y De Narváez. Por otra parte, la instalación de Alfonsín (h) en el segundo lugar de la lista de la CC-UCR terminaría relegando la candidatura de Llambías, el presidente de Confederaciones Rurales.
Campaña electoral anticapitalista
La construcción de las coaliciones políticas con vistas al 28 de junio delata el carácter ficticio de la “polarización” entre el gobierno y sus opositores capitalistas. Mientras agitan el fantasma de la “restauración conservadora”, los Kirchner se preparan para dirimir los restos de su mandato con el “peronismo disidente”. Las listas de centroizquierda navegan, fracturadas, entre los dos polos de las bandas capitalistas.
Durante noventa días, estos armados electorales tendrán que vérselas con la bancarrota capitalista. Incluso si los sojeros liquidan la cosecha o el gobierno recibe otro crédito condicionado, la crisis industrial seguirá avanzando con más desocupación, caída de los salarios y quiebra de los Estados provinciales y municipales. Por medio de las elecciones, la burguesía quiere armar la configuración política que le permita lidiar con la disolución del kirchnerismo, con la crisis y con la resistencia popular. En oposición a ello, la campaña electoral del Partido Obrero destacará la necesidad de oponer al rescate del capital contra los trabajadores, el rescate de los trabajadores contra el capital. Por el reparto de las horas de trabajo sin afectar el salario, por la nacionalización de la gran industria, de la banca y del comercio exterior, sin compensaciones, bajo control obrero. El lugar natural de esta campaña serán las fábricas, las reparticiones, los lugares de estudio y todas las concentraciones donde comienza a gestarse y debatirse activamente una acción y un programa para enfrentar la bancarrota histórica del capital.
Marcelo Ramal
Publicado en Prensa Obrera nº 1078 (9/4/2009)
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