Qué pasa en Paraná Metal y Massuh
Mientras la Presidenta, en sus abusivos discursos diarios, se sigue jactando de controlar la crisis capitalista, el Estado se ha convertido en el verdadero patrón de casi 40.000 trabajadores de la industria privada.
El programa Repro (‘Programa de recuperación productiva'), que paga un subsidio de 600 pesos mensuales a los trabajadores de empresas quebradas o en recursos preventivos de crisis, pasó de 12.000 beneficiarios en enero a 38.185 en marzo. La triplicación del número de subsidios es sólo la punta del témpano.
En el medio han quedado sin empleo más de 100.000 contratados y se ha agotado en casi todos lados el recurso de las vacaciones "adelantadas". Para decenas de miles de trabajadores, entre abril y mayo vence el período de cobertura de un seguro de desempleo.
Con la crisis, los subsidios de 600 pesos se han transformado en el verdadero salario mínimo.
Claro que este subsidio no llega a todo el mundo. No es casualidad que sus beneficiarios sean los que han protagonizado importantes luchas, como los trabajadores de Paraná Metal, Massuh, Indugraf, los metalúrgicos del interior de Santa Fe y las curtiembres que han cortado rutas en diversos puntos del país. Aquellas fábricas quebradas que no han logrado una movilización, que no se han manifestado ante los poderes públicos, que no han cortado rutas ni han participado en paros ni ocupaciones, quedaron afuera del programa Repro, que se ha transformado en un simple bombero de las movilizaciones populares.
Cuando los subsidios se mantienen en el tiempo, el Estado y la burocracia de los gremios sale a la búsqueda de nuevos inversores para ofrecer plantas a precios de remate, más el subsidio del Estado, el desconocimiento de convenios y categorías, rebajas salariales y reestructuraciones que dejan miles de trabajadores afuera de la producción.
El caso paradigmático de los ‘nuevos inversores' es el de Paraná Metal, donde ahora el Ministerio de Trabajo reconoce que el empresario kirchnnerista Cristóbal López -uno de los negreros más grandes de la Argentina, dueño de 17 casinos- puso siete millones de pesos para pagar los salarios "caídos".
Esa "ayuda" es hoy una verdadera pesadilla para los trabajadores de Paraná Metal, que tiene el 60% del personal suspendido. Luego de la rotación de las suspensiones, nadie recibe ni el 50% del salario de convenio.
En la próxima etapa se va a producir la rebelión de las subsidiadas. No está lejana la reapertura del otro conflicto en Paraná Metal y también en Massuh.
Más que nunca los reclamos del reparto de las horas de trabajo sin afectar el salario y la ocupación de cada fábrica que cierre o despida trabajadores se transforman, junto al la nacionalización de la gran industria, en consignas vitales.
Juan Ferro
El programa Repro (‘Programa de recuperación productiva'), que paga un subsidio de 600 pesos mensuales a los trabajadores de empresas quebradas o en recursos preventivos de crisis, pasó de 12.000 beneficiarios en enero a 38.185 en marzo. La triplicación del número de subsidios es sólo la punta del témpano.
En el medio han quedado sin empleo más de 100.000 contratados y se ha agotado en casi todos lados el recurso de las vacaciones "adelantadas". Para decenas de miles de trabajadores, entre abril y mayo vence el período de cobertura de un seguro de desempleo.
Con la crisis, los subsidios de 600 pesos se han transformado en el verdadero salario mínimo.
Claro que este subsidio no llega a todo el mundo. No es casualidad que sus beneficiarios sean los que han protagonizado importantes luchas, como los trabajadores de Paraná Metal, Massuh, Indugraf, los metalúrgicos del interior de Santa Fe y las curtiembres que han cortado rutas en diversos puntos del país. Aquellas fábricas quebradas que no han logrado una movilización, que no se han manifestado ante los poderes públicos, que no han cortado rutas ni han participado en paros ni ocupaciones, quedaron afuera del programa Repro, que se ha transformado en un simple bombero de las movilizaciones populares.
Cuando los subsidios se mantienen en el tiempo, el Estado y la burocracia de los gremios sale a la búsqueda de nuevos inversores para ofrecer plantas a precios de remate, más el subsidio del Estado, el desconocimiento de convenios y categorías, rebajas salariales y reestructuraciones que dejan miles de trabajadores afuera de la producción.
El caso paradigmático de los ‘nuevos inversores' es el de Paraná Metal, donde ahora el Ministerio de Trabajo reconoce que el empresario kirchnnerista Cristóbal López -uno de los negreros más grandes de la Argentina, dueño de 17 casinos- puso siete millones de pesos para pagar los salarios "caídos".
Esa "ayuda" es hoy una verdadera pesadilla para los trabajadores de Paraná Metal, que tiene el 60% del personal suspendido. Luego de la rotación de las suspensiones, nadie recibe ni el 50% del salario de convenio.
En la próxima etapa se va a producir la rebelión de las subsidiadas. No está lejana la reapertura del otro conflicto en Paraná Metal y también en Massuh.
Más que nunca los reclamos del reparto de las horas de trabajo sin afectar el salario y la ocupación de cada fábrica que cierre o despida trabajadores se transforman, junto al la nacionalización de la gran industria, en consignas vitales.
Juan Ferro
Publicado en Prensa Obrera nº 1076
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