La decisión de Techint de desprenderse de 1.200 obreros de la construcción y metalúrgicos de Siderar, y el anuncio de que los despidos podrían extenderse a otros 2.400 del plantel permanente, es mucho más que un conflicto sindical. Pone de manifiesto que la crisis capitalista ha llegado al núcleo industrial de Argentina. Siderar es el tronco de un archipiélago industrial que abastece a la construcción y a la industria automotriz, incluida la de autopartes, y es atendida por numerosas proveedoras metalúrgicas. Es asimismo una exportadora importante. La poda que tiene en vista es equivalente a un colapso industrial. Si el gobierno admite que prosperen estos planes, estará anunciando el colapso de los suyos propios. Lo principal es incluso lo contrario: los despidos de Siderar -en la línea de Iveco, Gestamp, Renault, Paraná Metal o General Motors- es la expresión de la total inocuidad de los planteos de reactivación del kirchnerismo. La Anses no va a poner en marcha a Techint. Argentina no solamente enfrenta una crisis industrial sino, al mismo tiempo, una crisis política.
El cuadro de este derrumbe no se confina a las fronteras nacionales, pues el reciente anuncio de despidos de General Motors en Brasil es un heraldo del derrumbe industrial brasileño, como lo ha reconocido el mismo Lula. Desde noviembre fueron dejados en la calle 600 mil obreros brasileños. Pero Brasil es el mercado exportador más importante de Argentina y el socio del complejo automotriz. Lo que ocurre en Brasil pone al desnudo la inocuidad de los planes de salvataje de Lula.
Las patronales de Techint, de GM o de Acindar tienen perfectamente claro lo que quieren: una reducción drástica del plantel de personal, una reducción de los salarios y un avance decisivo de la flexibilidad laboral. Es una salida capitalista pero no industrial, pues plantea el achique de la industria y el cierre de una parte significativa del parque existente. Significa un retroceso productivo y la perspectiva de una obsolescencia tecnológica. Los que negaban la crisis capitalista porque no iba más allá de la desvalorización de ‘papeles' ficticios que ‘no dan de comer a nadie', y porque ‘los fierros' que producen la riqueza real ‘siguen ahí', deberán corregir sus juicios. El capital tiene diversas formas pero está en encadenado en un único movimiento. Mediante un fuerte achique industrial, los Techint pretenden atravesar el temporal de la crisis, recortar pérdidas, aguantar la competencia y quizá sobrevivir. Pero todo esto no es muy seguro en el caso argentino, porque fábricas como Siderar son el eslabón débil de la cadena mundial del acero frente a la concurrencia de Arcelor-Mittal, Nippon Steel y las acerías instaladas en China o Brasil. Es decir que la crisis industrial en curso puede llegar hasta la médula.
De acuerdo con las informaciones que han trascendido, sin embargo, los planteos de Techint van más lejos, pues incluyen la mega devaluación del peso y un seguro de cambio para la deuda externa privada, acompañado de un préstamo y un acuerdo con el FMI. La reducción de costos internacionales de producción, por medio de una mega devaluación, debería servir como un tesoro de guerra de la siderúrgica para pelear su lugar en el mercado mundial. Este es el planteo que realiza toda la oposición sojera (con la complicidad del centroizquierda) y que el kirchnerismo resiste. Significaría, por la vía de la hiperinflación, una enorme confiscación para los trabajadores argentinos, y probablemente no sea sino el primero de una serie de zarpazos. Es que los últimos días han registrado un retorno de la crisis financiera, con el anuncio del desmantelamiento de Citigroup y con la declaración de Ben Bernanke, el presidente del Banco Central de Estados Unidos, de que los planes de ‘estímulo' de Obama no van a ninguna parte. La declaración de Bernanke da estado público a un enfrentamiento político y deja expuesta una divergencia de fondo acerca de la orientación del capital financiero norteamericano frente a la bancarrota internacional.
El movimiento obrero (nos referimos a los activistas) no puede encarar esta crisis como algo coyuntural, y mucho menos aceptar los buzones de Tomada de las suspensiones transitorias. Es claro que debe encarar esta crisis en su dimensión estratégica. Alegar que los despidos de Siderar o el ‘default' de la Transportadora de Gas del Norte son una provocación, porque las sumas envueltas en la refacción del alto horno o en el pago de las cuotas de su deuda externa son menores, no lleva a ningún lado -solamente demuestra que la patronal busca anticiparse a golpes aun mayores. El movimiento obrero debería discutir la nacionalización de los bancos y de las industrias básicas, acompañada de un plan económico que redirija la producción nacional a la satisfacción de las prioridades sociales y de desarrollo económico. La crisis no es de la humanidad, de las naciones o de los trabajadores, que la humanidad, las naciones y los trabajadores estaríamos condenados a sufrir colectivamente. Es una crisis del capital, una crisis de un modo de producción y de una forma de organización social. Hay que suprimir la supremacía del capital y modificar en forma radical el modo de producción y la organización social.
Esta comprensión permite otorgar a la lucha contra los despidos y contra las suspensiones, además de un montón de argumentos y razones, por sobre todo una perspectiva de conjunto. La defensa de los intereses de la clase obrera se conjugaría con los de la misma sociedad. Hay que exigir a los sindicatos y a las centrales sindicales que convoquen a plenarios y congresos con mandatos de asambleas, para discutir un plan de lucha nacional contra los despidos, suspensiones, rebajas de salarios y defensa de las paritarias, y al mismo tiempo un programa de salida a la crisis capitalista.
El cuadro de este derrumbe no se confina a las fronteras nacionales, pues el reciente anuncio de despidos de General Motors en Brasil es un heraldo del derrumbe industrial brasileño, como lo ha reconocido el mismo Lula. Desde noviembre fueron dejados en la calle 600 mil obreros brasileños. Pero Brasil es el mercado exportador más importante de Argentina y el socio del complejo automotriz. Lo que ocurre en Brasil pone al desnudo la inocuidad de los planes de salvataje de Lula.
Las patronales de Techint, de GM o de Acindar tienen perfectamente claro lo que quieren: una reducción drástica del plantel de personal, una reducción de los salarios y un avance decisivo de la flexibilidad laboral. Es una salida capitalista pero no industrial, pues plantea el achique de la industria y el cierre de una parte significativa del parque existente. Significa un retroceso productivo y la perspectiva de una obsolescencia tecnológica. Los que negaban la crisis capitalista porque no iba más allá de la desvalorización de ‘papeles' ficticios que ‘no dan de comer a nadie', y porque ‘los fierros' que producen la riqueza real ‘siguen ahí', deberán corregir sus juicios. El capital tiene diversas formas pero está en encadenado en un único movimiento. Mediante un fuerte achique industrial, los Techint pretenden atravesar el temporal de la crisis, recortar pérdidas, aguantar la competencia y quizá sobrevivir. Pero todo esto no es muy seguro en el caso argentino, porque fábricas como Siderar son el eslabón débil de la cadena mundial del acero frente a la concurrencia de Arcelor-Mittal, Nippon Steel y las acerías instaladas en China o Brasil. Es decir que la crisis industrial en curso puede llegar hasta la médula.
De acuerdo con las informaciones que han trascendido, sin embargo, los planteos de Techint van más lejos, pues incluyen la mega devaluación del peso y un seguro de cambio para la deuda externa privada, acompañado de un préstamo y un acuerdo con el FMI. La reducción de costos internacionales de producción, por medio de una mega devaluación, debería servir como un tesoro de guerra de la siderúrgica para pelear su lugar en el mercado mundial. Este es el planteo que realiza toda la oposición sojera (con la complicidad del centroizquierda) y que el kirchnerismo resiste. Significaría, por la vía de la hiperinflación, una enorme confiscación para los trabajadores argentinos, y probablemente no sea sino el primero de una serie de zarpazos. Es que los últimos días han registrado un retorno de la crisis financiera, con el anuncio del desmantelamiento de Citigroup y con la declaración de Ben Bernanke, el presidente del Banco Central de Estados Unidos, de que los planes de ‘estímulo' de Obama no van a ninguna parte. La declaración de Bernanke da estado público a un enfrentamiento político y deja expuesta una divergencia de fondo acerca de la orientación del capital financiero norteamericano frente a la bancarrota internacional.
El movimiento obrero (nos referimos a los activistas) no puede encarar esta crisis como algo coyuntural, y mucho menos aceptar los buzones de Tomada de las suspensiones transitorias. Es claro que debe encarar esta crisis en su dimensión estratégica. Alegar que los despidos de Siderar o el ‘default' de la Transportadora de Gas del Norte son una provocación, porque las sumas envueltas en la refacción del alto horno o en el pago de las cuotas de su deuda externa son menores, no lleva a ningún lado -solamente demuestra que la patronal busca anticiparse a golpes aun mayores. El movimiento obrero debería discutir la nacionalización de los bancos y de las industrias básicas, acompañada de un plan económico que redirija la producción nacional a la satisfacción de las prioridades sociales y de desarrollo económico. La crisis no es de la humanidad, de las naciones o de los trabajadores, que la humanidad, las naciones y los trabajadores estaríamos condenados a sufrir colectivamente. Es una crisis del capital, una crisis de un modo de producción y de una forma de organización social. Hay que suprimir la supremacía del capital y modificar en forma radical el modo de producción y la organización social.
Esta comprensión permite otorgar a la lucha contra los despidos y contra las suspensiones, además de un montón de argumentos y razones, por sobre todo una perspectiva de conjunto. La defensa de los intereses de la clase obrera se conjugaría con los de la misma sociedad. Hay que exigir a los sindicatos y a las centrales sindicales que convoquen a plenarios y congresos con mandatos de asambleas, para discutir un plan de lucha nacional contra los despidos, suspensiones, rebajas de salarios y defensa de las paritarias, y al mismo tiempo un programa de salida a la crisis capitalista.
Jorge Altamira
Publicado en Prensa Obrera digital nº 3
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