Binner visitó Tucumán el 27 de septiembre. Los periodistas destacaron su prudencia y moderación y el hecho de que no haya criticado a nadie, ni oficialistas ni opositores.
Interrogado sobre cuáles son sus diferencias con el kirchnerismo, destacó que “tiene que ver con la falta de confianza en el sector inversor. ¿Cómo se expresa? En 2.000 millones por mes que se van del país” (La Gaceta, 28/9). ¿Qué propuso? Que “Cristina convoque en forma inmediata a un diálogo nacional con todos los sectores para preparar al país para el escenario internacional que se avecina” (El Tribuno, 28/9). En función de esta convocatoria justificó su reunión con Moyano y planteó que “si todos tienen espacio y todos vamos construyendo una Argentina celeste y blanco, dejamos atrás esta Argentina que es pasión del paro y el corte, como hechos sistemáticos” (La Gaceta, ídem).
Binner, durante la conferencia de prensa, no realizó ningún planteo en referencia a los reclamos acuciantes de las masas en materia laboral, salarial o jubilatoria -con la excepción de la mención a la cuestión educativa como respuesta “al millón de jóvenes sin trabajo”, ocultando que en la provincia de Santa Fe está en curso una huelga docente cuyos reclamos no son satisfechos por el gobierno del PS.
Binner es conciente de que no va a llegar a la presidencia en octubre, pero sí puede ser un importante factor de contención si la crisis se agrava -e, incluso, si el gobierno efectivamente se ve obligado a convocar al “diálogo nacional”. Aunque pretenda posar de progresista, Binner, como todo político capitalista, se orienta a defender una política para que la crisis la paguen los trabajadores- y de allí su pasión (en esto compite con los K) para terminar con los paros y los cortes. En este plano se está probando, ante los ojos de la clase capitalista desde el banco de suplentes, como potencial relevo si la crisis se desmadra.
Daniel Blanco
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