Aunque la cantidad de indecisos en todos los bloques (y las posibles ausencias) vuelve incierta la votación del matrimonio gay en el senado, la paridad será mayor a la prevista. A caballo de esa situación, la Iglesia Católica y la Evangélica han lanzado una fuerte embestida para que la cuestión pase a archivo. Sin renunciar al rechazo (su pretensión de máxima), ahora tolerarían la unión civil siempre y cuando se la excluya del derecho a adoptar. Es un recule en el contexto de una intensa agitación de la Iglesia en contra del proyecto, que cuenta con media sanción, a escala de todo el país. Como parte de esta campaña, propuso llevar el debate a audiencias públicas en las legislaturas provinciales, una cruzada que se lleva adelante con la neutralidad de los gobiernos provinciales en algunos casos, y en otros –como Urtubey en Salta– apoyando resueltamente la ofensiva confesional.
A la cabeza de la escalada de audiencias, está la presidenta de la Comisión de Legislación General del Senado, Liliana Negre de Alonso (PJ disidente), una confesa integrante del Opus Dei. Evangélicos y católicos refuerzan la presión con movilizaciones callejeras de sus aparatos, que en el caso de Tucumán fueron respondidas. Negre de Alonso se ha negado a recibir a la Federación de gays y lesbianas, pero tiene la agenda saturada de citas con obispos. En el Chaco, directamente prohibió que la Federación interviniera en el debate. En Mendoza, los senadores sólo se reunirán con las Iglesias.
Los “K” y el progresismo
El kirchnerismo, que no se privó de hacer demagogia con el matrimonio gay, asiste impasible a esta escalada de la derecha confesional. Los K miran pasar el trámite de una ley que, en verdad, buscaron esquivar de todas formas. En una primera instancia, apostaron a que la cuestión del matrimonio gay fuera por la vía de acciones y fallos judiciales, sin pasar por un debate de fondo en el Congreso. Primero, tropezaron en la justicia porteña, bajo el fuego cruzado de Macri y Bergoglio. Luego, intentaron fundar el precedente del matrimonio gay en un juzgado de Ushuaia, y se toparon con una impugnación judicial posterior. Sólo después de esos fracasos, admitieron iniciar un trámite político y parlamentario en el Congreso.
Después de la demagogia en Diputados, donde Néstor Kirchner bajó a votar, los K y el progresismo depositaron el proyecto en un Senado sometido a cepos reaccionarios que ellos mismos contribuyeron a edificar. Por una parte, tanto el oficialismo como los radicales le dieron “libertad de voto” a sus senadores. Por la otra, cabe recordar que estos partidos –y también el “socialismo”– votaron como titular de la Comisión respectiva a la clerical Negre, a sabiendas que entregaban al Opus Dei el ámbito donde debe discutirse el matrimonio gay y cualquier flexibilización del derecho al aborto. En tanto, la mayoría absoluta del PJ disidente y el PRO actúan, casi sin fisuras, como voceros oficiosos del clero.
Mientras los sectores más reaccionarios ganan la calle, los K no están dispuestos a hacer nada que los lleve a un choque de fondo con la Iglesia o con la mayoría de “sus gobernadores”, atados por mil lazos a los lobbys más oscurantistas del interior. La conclusión es clara: una causa democrática y anticlerical extraordinaria, que logró hacer recular al clero y logró la adhesión de gran parte de la población, no puede quedar en manos de los K y los partidos del régimen. Para quebrar el fabuloso lobby clerical, se impone una movilización de carácter independiente.
Olga Cristóbal
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