jueves, 3 de diciembre de 2009

Gurí: ha muerto un enorme constructor de la IV Internacional

Ayer, a causa de una enfermedad devastadora, que liquidó sus energías en un año, falleció Luis Oviedo. Hasta el último minuto lo acompañaron sus hijos –Agustina, Natalia y Julián–, su compañera de la vida, Cristina, su hermana y su madre. Tenía 54 años.
En las horas finales, luego de uno de los tantos ajetreos de los enfermeros en su cuerpo, se acercó Cristina y le dio un beso. Gurí abrió y cerró los ojos –Gurí al hablar entrecerraba los ojos– y dijo “creí que me había besado el enfermero”. Fue su último mensaje, teñido de ese humor ácido que lo acompañó toda la vida.
Hay algo de su historia en la presentación del libro Una historia del movimiento piquetero. Joven luchador secundario en el Colegio Nacional Buenos Aires, se incorporó tempranamente a la organización estudiantil orientada en ese entonces por Política Obrera –la Tendencia Estudiantil Revolucionaria Socialista, TERS. En los años de la última dictadura militar, formó parte, junto al inolvidable Lula –que murió en un accidente en Santa Cruz peleando la legalidad para el naciente Partido Obrero– del aparato de organización que garantizó la edición y distribución de la prensa clandestina que el partido produjo sistemáticamente durante los llamados años de plomo.
Pero el despliegue teórico y político de Gurí llegaría años más tarde. Como protagonista del periódico, de la revista En Defensa del Marxismo y, fundamental, como constructor de la IV Internacional.
Pocos cronistas tan rigurosos han ocupado las filas de la izquierda revolucionaria. Oviedo era capaz de precisar las posiciones políticas sostenidas ante cualquier instancia clave o comentar el último editorial de la prensa de cualquiera de los partidos relevantes de la izquierda mundial. Y lo hacía naturalmente, como si no advirtiera la singularidad de ese saber, invitando a compartirlo.
En horas insólitas de la madrugada, Gurí se sentaba frente a la máquina de escribir en un tiempo, frente a la computadora en otro, y se convertía en un arquitecto imprescindible del periódico, seleccionando la información de la prensa nacional e internacional, rescatando viejos artículos de Prensa Obrera para establecer comparaciones, si esto era pertinente, traduciendo, corrigiendo notas, advirtiendo sobre los huecos políticos de la nueva edición. Durante años trabajaba hasta las 9:30 y, con el único lujo de un taxi, partía hasta el banco en el que trabajaba.
Pero debe recordársele bajo otra faceta. La de luchador incansable por la IV Internacional.
Las pequeñas leyendas que se transmiten hacen decir a uno de los dirigentes de nuestra corriente internacional que sin Oviedo no hubiera existido la Coordinadora por la Reconstrucción de la IV. Por el empeño puesto en el seguimiento implacable de la situación internacional, en la evolución de la clase obrera mundial, por su intervención en los procesos de lucha política al interior de los países y de los partidos que han sido parte del esfuerzo colectivo por poner en pie el partido internacional de los trabajadores.
Luis Oviedo debe ser recordado también como un eximio propagandista, capaz de calar al vuelo el nivel de comprensión del auditorio y “bajar a tierra” aún los temas más complejos.
Siguió escribiendo, corrigiendo, aportando hasta el último minuto. Su último mensaje consciente, antes de aquella broma final del enfermero, fue “no pude escribir el artículo de Venezuela que me pidió Jorge”. Si un rasgo debe destacarse de su historia militante fue su capacidad de entrega, incondicional, inmensa, al punto del sacrificio personal. Aquellos que constituyen la enorme legión de corresponsales del periódico, a lo largo y ancho del país, deben saber que las madrugadas de Gurí se consumieron muchas veces en un trabajo tan indispensable como invisible: la corrección de esos textos valiosos, pero muchas veces de difícil comprensión. Y el hombre estaba allí, como un orfebre, para transmitir la acción y el pulso de cada lucha.
Se ha dicho que es muy difícil escribir con perspectiva sobre alguien muy querido, cuando el dolor es tan próximo.
Es cierto.
Chau, Gurí.

Christian Rath

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