La bancarrota de la General Motors tiene casi dos años de antigüedad; lo que ocurrió el lunes pasado es una presentación ante la justicia para obtener el amparo necesario para una reestructuración, en especial para producir despidos en masa de trabajadores y para reducir salarios y sus programas de retiro y de salud. GM ya viene registando un patrimonio negativo (la diferencia entre activos y pasivos) desde hace tres años: el año pasado era ya de más de 60 mil millones. Durante los últimos meses, GM sobrevivió bajo la protección del Estado, que le otorgó 20 mil millones de dólares de fondos públicos y un monto aún mayor en garantías crediticias; ahora Obama le ha prometido 30 mil millones más. El pulpo necesita encontrar un acuerdo con los acreedores financieros para tapar su agüjero patrimonial, que ahora es de 91 mil millones de dólares. Si la operación saliera bien, el Estado se quedaría con el 72% de la empresa reestructurada, el sindicato automotriz con el 17,5% y los acreedores podrían aceptar el 10% restante.
La declaración, largamente retrasada, de la bancarrota de GM condensa la mayor parte de los factores que han precipitado el conjunto de la bancarrota mundial. Los profesionales del capitalismo atribuyen el colapso del pulpo al peso de los compromisos previsionales y sanitarios de GM con sus trabajadores, que no tienen, por ejemplo, sus competidoras japonesas y europeas que operan en Estados Unidos. Se trata de una patraña, porque disimula que durante muchos años los planes de jubilación y salud eran superavitarios, como consecuencia de que las contribuciones obreras y patronales superaban las prestaciones. GM volcó estos fondos a la Bolsa y otras operaciones financieras, como lo haría una AFJP común y corriente. La tendencia cambió, necesariamente, como consecuencia de la caída de los beneficios, provocada por la sobreproducción mundial de automotores y del crecimiento de competidores. Luego, más o menos rápidamente, tuvo lugar el encarecimiento del financiamiento y el derrumbe de las Bolsas. GM intentó sobrevivir, durante bastante tiempo, operando como un fondo especulativo: se endeudaba en el mercado de capitales para financiar las ventas de autos a tasas de interés muy bajas. Cuando se produjo el derrumbe hipotecario y el aumento del precio de los combustibles, la ‘magia' de la refinanciación constante de deudas dejó de funcionar.
Para que la reestructuración funcione, GM debe sortear dos escollos: uno, la oposición al acuerdo de un sector de los acreedores financieros, que cree que un remate de la empresa le daría un mayor resarcimiento que el que le ofrece el concurso de bancarrota. El otro es que la sobreproducción mundial de automotores es ahora mayor que nunca, de modo que algunas de las principales automotrices deberán quedar en el camino.
Para recomponer fuerzas, GM ha vendido sus filiales en Alemania (Opel) y en Gran Bretaña (Vauxhall); ha elegido como comprador a un consorcio ruso-canadiense porque le ofreció, al contado, unos 300 millones de dólares, en tanto que el otro postor, Fiat, se negaba a poner un euro. También ha vendido su línea de 4x4, Hummers, a capitales chinos. De acuerdo con la prensa europea, está negociando la venta de sus filiales argentina y brasileña a la Fiat, que tiene una fuerte presencia en el Mercosur. El desmantelamiento parcial de GM ha dado lugar a una des-concentración capitalista en la industria, o sea a un aumento del número y de la capacidad de los competidores marginales. Todo está, sin embargo, atado con hilos, porque está subordinado a una fabulosa ayuda estatal de Estados Unidos (50.000 millones en efectivo), de Alemania (un adelanto de 5 mil millones de euros), Gran Bretaña y Rusia. Varios observadores pronostican una vida corta al grupo ruso-canadiense que se quedó con Opel.
El desguace industrial no se limita a GM, puesto que la bancarrota de ésta ha acelerado la quiebra de numerosas autopartistas (desde ya de un sinnúmero de concesionarios). La factura la paga la clase obrera. Al menos en Estados Unidos, la bancarrota mundial ha acentuado el retroceso de los trabajadores frente al capital. Pero la historia recién empieza.
La bancarrota de General Motors en Prensa Obrera:
La declaración, largamente retrasada, de la bancarrota de GM condensa la mayor parte de los factores que han precipitado el conjunto de la bancarrota mundial. Los profesionales del capitalismo atribuyen el colapso del pulpo al peso de los compromisos previsionales y sanitarios de GM con sus trabajadores, que no tienen, por ejemplo, sus competidoras japonesas y europeas que operan en Estados Unidos. Se trata de una patraña, porque disimula que durante muchos años los planes de jubilación y salud eran superavitarios, como consecuencia de que las contribuciones obreras y patronales superaban las prestaciones. GM volcó estos fondos a la Bolsa y otras operaciones financieras, como lo haría una AFJP común y corriente. La tendencia cambió, necesariamente, como consecuencia de la caída de los beneficios, provocada por la sobreproducción mundial de automotores y del crecimiento de competidores. Luego, más o menos rápidamente, tuvo lugar el encarecimiento del financiamiento y el derrumbe de las Bolsas. GM intentó sobrevivir, durante bastante tiempo, operando como un fondo especulativo: se endeudaba en el mercado de capitales para financiar las ventas de autos a tasas de interés muy bajas. Cuando se produjo el derrumbe hipotecario y el aumento del precio de los combustibles, la ‘magia' de la refinanciación constante de deudas dejó de funcionar.
Para que la reestructuración funcione, GM debe sortear dos escollos: uno, la oposición al acuerdo de un sector de los acreedores financieros, que cree que un remate de la empresa le daría un mayor resarcimiento que el que le ofrece el concurso de bancarrota. El otro es que la sobreproducción mundial de automotores es ahora mayor que nunca, de modo que algunas de las principales automotrices deberán quedar en el camino.
Para recomponer fuerzas, GM ha vendido sus filiales en Alemania (Opel) y en Gran Bretaña (Vauxhall); ha elegido como comprador a un consorcio ruso-canadiense porque le ofreció, al contado, unos 300 millones de dólares, en tanto que el otro postor, Fiat, se negaba a poner un euro. También ha vendido su línea de 4x4, Hummers, a capitales chinos. De acuerdo con la prensa europea, está negociando la venta de sus filiales argentina y brasileña a la Fiat, que tiene una fuerte presencia en el Mercosur. El desmantelamiento parcial de GM ha dado lugar a una des-concentración capitalista en la industria, o sea a un aumento del número y de la capacidad de los competidores marginales. Todo está, sin embargo, atado con hilos, porque está subordinado a una fabulosa ayuda estatal de Estados Unidos (50.000 millones en efectivo), de Alemania (un adelanto de 5 mil millones de euros), Gran Bretaña y Rusia. Varios observadores pronostican una vida corta al grupo ruso-canadiense que se quedó con Opel.
El desguace industrial no se limita a GM, puesto que la bancarrota de ésta ha acelerado la quiebra de numerosas autopartistas (desde ya de un sinnúmero de concesionarios). La factura la paga la clase obrera. Al menos en Estados Unidos, la bancarrota mundial ha acentuado el retroceso de los trabajadores frente al capital. Pero la historia recién empieza.
La bancarrota de General Motors en Prensa Obrera:
- Una italiana en los rescates de Obama (7 de mayo de 2009) (www.po.org.ar/node/20895)
- La quiebra de General Motors desata una crisis (1 de abril de 2009) (www.po.org.ar/node/20364)
- La marcha inexorable de la bancarrota capitalista mundial (19 de febrero de 2009) (www.po.org.ar/node/19990)
- 2009. Preparemos un Bicentenario socialista (18 de diciembre de 2008) (www.po.org.ar/node/19011)
- La quiebra de la General Motors retrata la bancarrota capitalista mundial (18 de diciembre de 2008) (www.po.org.ar/node/19080)
- Estados Unidos. GM: la burocracia entrega el seguro de salud (26 de septiembre de 2007) (www.po.org.ar/node/11995)
- La venta de Chrysler (31 de mayo de 2007) (www.po.org.ar/node/5400)
- General Motors, al borde de la quiebra (3 de noviembre de 2005) (http://www.po.org.ar/node/8907)
Jorge Altamira
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