jueves, 12 de marzo de 2009

Raúl Scalabrini Ortiz y Arturo Jauretche

Los teóricos silenciados de Cristina K

El "año de homenaje" a Raúl Scalabrini Ortiz, decidido por el gobierno al cumplirse medio siglo de su muerte, empezó con polémica. La Presidenta aseguró que Scalabrini y Arturo Jauretche, como Enrique Santos Discépolo y Homero Manzi, fueron intelectuales y artistas "silenciados". De inmediato, otros replicaron que eso en modo alguno fue así y la discusión empezó.
Si bien se ve, la señora Fernández se ha metido en camisa de once varas, porque si en algún momento Scalabrini estuvo "silenciado", como ella dice, y se le negaron los medios de prensa oficialistas - es decir, todos- eso ocurrió durante los dos primeros gobiernos peronistas, tanto que el autor de "El hombre que está solo y espera" se retiró de la política en casi todo ese periodo y se dedicó a plantar álamos a orillas del Paraná.
Pero ¿quiénes fueron Scalabrini y Jauretche?
Los dos militaron en Forja (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina), aunque Scalabrini, a diferencia de Jauretche, nunca se afilió al radicalismo. Nacionalistas yrigoyenistas, ambos elaboraron lo más importante de sus ideas bajo el peso de la Gran Depresión en los años '30. Uno y otro, además, adhirieron al peronismo tempranamente. Por eso presentan, sobre todo Scalabrini, un hilo conductor directo que los vincula con la situación de nuestros días en dos puntos clave: la crisis y las nacionalizaciones (burguesas), de las cuales ellos fueron teóricos.
Entre todas las materias que lo ocuparon, Scalabrini creyó encontrar en el tendido de la red ferroviaria el instrumento clave de la dominación británica en la Argentina. El historiador Norberto Galasso, nacionalista de nuestros días (kirchnerista, además) explica que Scalabrini descubrió cómo esos ferrocarriles "hundieron unos pueblos y levantaron otros torciendo el trazado de las líneas según sus intereses y los de sus socios: los oligarcas" (Raúl Scalabrini Ortiz). He ahí una palabra decisiva en toda esta corriente de pensamiento: oligarquía. Con ella, tratan de trazar una supuesta divisoria de aguas entre la "oligarquía exportadora", dependiente del mercado mundial, y la "burguesía nacional" interesada, según ellos, en el desarrollo del mercado interno.
Por eso, Jauretche rechazaba con énfasis hasta la idea de la lucha de clases dentro del país, todo en nombre del conflicto entre esa oligarquía y los "intereses nacionales". Por eso, decía él, "todos los sectores sociales deben estar unidos verticalmente por el destino común de la Nación" (Jauretche: 1962: 65), puesto que "ni el proletariado, ni la clase media, ni la burguesía por sí solos pueden cumplir los objetivos de la liberación nacional" (Jauretche: 1957: 316). No por nada Jauretche había hecho su primera experiencia política en el Partido Conservador. Luego, en el gobierno peronista, fue presidente del Banco de la Provincia de Buenos Aires durante la gobernación de Domingo Mercante, la derecha del oficialismo, entre 1946 y 1951.
Scalabrini, en su juventud, había militado en el grupo marxista Insurrexit, ala izquierda de la Reforma Universitaria de 1918, que proclamaba la inutilidad de la lucha estudiantil si no se daba el objetivo de la revolución socialista. Sus trabajos acerca de los ferrocarriles permiten entrar en el meollo de su pensamiento político.
El gran saqueo
Cuando el peronismo asumió el gobierno, el país tenía reservas en oro y divisas por 1.425 millones de dólares, monto extraordinario que hacía de la Argentina uno de los pocos pagadores solventes en el mundo de la posguerra. Se estaba ante una ocasión única: por primera y última vez, había reservas equivalentes a las exportaciones de un año sin la contrapartida de una deuda exterior importante. Al mismo tiempo, el parque industrial había quedado obsoleto y el aumento de la producción sólo podía sustentarse en la incorporación masiva de fuerza de trabajo a las fábricas (el número de obreros industriales había aumentado un 96 por ciento entre 1937 y 1949; como se ve, el peronismo recibía un proletariado flamante).
He ahí la gran tarea que se presentaba desde el punto de vista del desarrollo burgués nacional: preservar esas reservas del saqueo imperialista y atender con ellas a las necesidades de la renovación industrial. Sin embargo, el peronismo hizo exactamente lo contrario. El primer plan quinquenal (tenía un costo de 1.200 millones de dólares, de modo que podía pagarse entero y sobraba plata) no cumplió ninguna de sus metas y, a su término, las reservas se habían agotado. Estaban en cero.
El gorilismo de todos los pelajes atribuye ese agotamiento a la mejor porción obrera en el reparto del beneficio capitalista, porción que alcanzó en esa época niveles históricos. Por supuesto, las cosas fueron al revés: la mejor retribución del trabajo contribuyó de manera decisiva a la expansión industrial y al afianzamiento del mercado interno; por lo tanto, al crecimiento de la renta general.
¿Cuál fue la grieta por la que se escapó ese cerro de dólares? Más de la mitad de las reservas se fueron en pagar la nacionalización de los ferrocarriles, que el peronismo hizo de acuerdo con el plan elaborado en 1940 por los dos mejores agentes argentinos de la Corona británica: Federico Pinedo y Raúl Prebisch. Así, 600 millones se perdieron en comprar los ferrocarriles ingleses y otros 45 en hacer lo mismo con los ramales en manos de capitales franceses, mientras 95 millones se dedicaron a adquirir la Unión Telefónica en términos leoninos (por supuesto, en favor del vendedor). Otra parte considerable de las reservas se gastó en rescatar títulos de deuda externa no exigibles, sin vencimientos cercanos y contratada a una tasa de interés cómoda. Cuando terminaron esas operaciones de rescate del imperialismo inglés, detrás de las cuales estuvo la mano del barón John Maynard Keynes, las reservas se habían esfumado y el capital constante argentino se había desgastado y deteriorado mucho más.
Fue entonces que Scalabrini se encontró silenciado, con las puertas de todos los medios de difusión cerradas para él. En esa época escribió este otro autorretrato: "Hay muchos actos y no de los menos trascendentes de la política interna y externa del general Perón que no serían aprobados por el tribunal de ideas matrices que animaron a mi generación... (pero) no se trata de optar entre el general Perón y el arcángel San Gabriel, sino entre el general Perón y Federico Pinedo. Todo lo que socava a Perón fortifica a Pinedo..."
Esto es: Scalabrini sufre entonces un silenciamiento doble. El que le impone el gobierno es el menos importante, porque siempre hay modos de eludir ese tipo de proscripciones. En cambio, el silenciamiento definitivo fue el que se impuso a sí mismo por aquello del "mal menor".
Frondicismo y final
Al producirse el golpe "libertador" en 1955, Scalabrini se incorporó rápidamente a la Resistencia. Con Jauretche escribió en el periódico El Líder, peronista de derecha, anticomunista furibundo. También en De Frente y El Federalista. Empero, en 1956 da otro paso decisivo en su vida política cuando se incorpora a la redacción de la revista Qué, con el desarrollista Rogelio Frigerio.
Desde allí, Scalabrini aplaudió entusiasta el Pacto de Caracas entre Perón y Arturo Frondizi, por el cual el peronismo votaría a los desarrollistas en 1958 a cambio de una serie de concesiones que no se cumplieron. Scalabrini tomó parte activa en la campaña frondicista y asumió la dirección de Qué cuando Frondizi llegó a la presidencia.
Ese papel de portavoz periodístico del oficialismo le duró poco. Se fue de allí en julio de 1958, cuando Frondizi firmó los contratos petroleros que entregaban la explotación de los hidrocarburos a los monopolios extranjeros.
Como había hecho con Perón, Scalabrini se fue del frondicismo en silencio, sin críticas públicas, siempre para no favorecer a "los gorilas", como si éstos no hubieran estado en el gobierno. No fue el único: buena parte del "progresismo" argentino se fascinó con Frondizi porque, según decían, era un presidente que tenía muchos libros en su casa y conocía a Lenin. Zonceras criollas habría dicho Jauretche si él mismo no hubiera formado parte de ésta.Después de firmar los contratos petroleros, Frondizi incorporó a la Argentina al Fondo Monetario Internacional en diciembre de 1958 y en enero se abrazó con los banqueros de Wall Street mientras enviaba tanques del Ejército contra los obreros en huelga del Frigorífico Nacional. Scalabrini vio todo eso en silencio, ya derrumbado además por el cáncer que habría de matarlo en mayo de ese 1959.
La cuestión en debate, como se ve, radica en las ideas y en los límites insalvables del nacionalismo burgués, no en los supuestos silencios de sus pensadores más importantes.
Alejandro Guerrero
Publicado en Prensa Obrera nº 1074

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