Suspensiones, despidos, tarifazo…. Ahora el FMI
Clarín del miércoles 4 le dio cuatro páginas a la noticia de que Solá pactaría con Macri y de Narváez una lista para las elecciones en la provincia de Buenos Aires. Pero su conclusión fue decepcionante; según Eduardo van der Kooy, "fragmenta a la oposición". Aparentemente, el ‘lobby' de Magnetto no se conformaría con un triple empate en el distrito (Carrió, Solá, Kirchner) -un resultado que, sin embargo, no debería ser visto como ‘anormal' en una elección de renovación parlamentaria. Clarín quiere, aparentemente, un resultado por nocaut, que debería ser -dice- "producto de la polarización". En la Capital, Carrió ya ha levantado las objeciones a un acuerdo con Macri. La ‘transparencia republicana' está al servicio de cualquier cosa -en especial de una alianza con privatizadores y enemigos de los derechos sociales. Una alianza de este tipo en la Ciudad y en la Provincia sería, sin embargo, algo más que un acuerdo electoral: equivaldría a un gobierno en espera. "La orden de que la oposición se una, informa Crítica (25/1), partió a fin de año de la Asociación Empresaria Argentina (AEA), el selecto club que integran los jefes de las mayores firmas del país". Una conspiración en regla.
Clarín, de nuevo, ha puesto en marcha una campaña para que Kirchner busque un acuerdo con el FMI, a sabiendas de que el gabinete se encuentra dividido sobre la cuestión. Massa y Boudou, fogoneados por Alberto Fernández, son partidarios del acuerdo. La Nación dice que sería un pacto con "el FMI de Obama" (¡qué tranquilidad!), y conforma al gobierno con la observación de que gran parte de la tarea ya estaría hecha, porque las minidevaluaciones del peso ya han producido una gran devaluación del 15 por ciento en seis meses. El domingo pasado, Clarín se jugó con todo en un editorial: "Es necesario considerar con realismo y sin anteojeras ideológicas, la posibilidad, QUE YA SE ANALIZA EN DESPACHOS OFICIALES, de volver a negociar un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional". Es casi un ultimátum, que viene acompañado con el planteo de que "la oposición... tiene un papel decisivo a cumplir". "Siempre se puede maquillar el viraje", se alegra el privatizador Miguel Kiguel, quien de paso advierte "que ahora se trata del ‘Fondo de Obama', y no el de Bush" (La Nación, 25/1). La burguesía argentina no quiere el financiamiento de la Anses sino el del FMI.
Los ajetreos por las elecciones parlamentarias de octubre esconden, por lo que se ve, otras intenciones, pues un acuerdo con el FMI sería esencialmente un pacto para devaluar, ‘recomponer' tarifas (que dejarían chiquito el tarifazo reciente) y congelar salarios. La UIA ya ha recomendado a sus socios no mentar el tema salarial hasta marzo (dejar que Moyano hable solo), para cuando prevé que estará definida la decisión de traer de nuevo al FMI. Pero semejante acuerdo con el Fondo cambiaría todas las relaciones de fuerza actuales, y precipitaría un cambio en el gobierno o el cambio de gobierno. La oposición patronal tiene un ojo puesto en esta perspectiva.
En esta misma línea hay que entender el pronunciamiento concertado de Schiaretti y Binner, por un lado, y de la Coalición Cívica y la UCR, por el otro, para que el gobierno suspenda las retenciones a las exportaciones de soja y libere el resto de las exportaciones agropecuarias. Lo hacen a sabiendas de que ello provocaría un colapso fiscal, y sin importarles que sirva como premio a los capitalistas que tienen retenidas o acaparadas ocho millones de toneladas de soja. Una derogación de las retenciones es, por lo tanto, inviable - lo que están reclamando es una devaluación lisa y llana que compense a los sojeros por las retenciones.
El gobierno ‘resiste' a estas presiones con concesiones crecientes a los capitalistas. Por un lado sigue devaluando, por el otro renegocia la deuda pública pagando un mayor costo en concepto de intereses. Está desvalijando a la Anses para financiar a pulpos como la cementera Minetti, y ha abierto una línea de créditos a las exportadoras de cereales. El Ministerio de Trabajo, por su parte, avala los despidos y suspensiones, como está ocurriendo en la industria automotriz de Córdoba y en Villa Constitución y Rosario; ataca al cuerpo de delegados del Subte y rechaza los reclamos de los trabajadores de la vaciada Indugraf. Está planteando que las paritarias no se convoquen o que no discutan salarios. Ha producido un tarifazo para que las empresas de servicios paguen sus deudas con el exterior, o sea que siga la fuga de capitales. Se prepara para alcanzar un acuerdo con los bonistas que no entraron en el canje de deuda de 2004, y para pagar al Club de París la deuda fraudulenta estatizada por Cavallo y por Alfonsín. Sostiene que, de este modo, neutraliza la presión para ir al FMI, cuando en realidad está preparando las condiciones para ello, mientras cumple la función de descargar los costos de la crisis sobre los trabajadores.
El tema es muy simple: los países periféricos están sufriendo un enorme drenaje de dinero porque los capitalistas internacionales necesitan saldar deudas que la crisis impide refinanciar, y porque otros capitalistas, que saben de esto, están especulando a la devaluación de las monedas. Esto se percibe con claridad en Rusia, donde las mini-devaluaciones han fracasado para contener la crisis: el rublo se ha devaluado un 35 por ciento y está a punto de quebrarse por completo. Putin enfrenta una crisis extrema. Lo mismo ocurre en todos los países del Báltico y de Europa oriental, y algo similar afecta a Brasil. Aunque el gobierno junte las monedas para pagar la deuda, no puede frenar el proceso de la crisis capitalista ni el derrumbe financiero de las periferias. Incluso Gran Bretaña se encuentra al borde de la cesación de pagos y discute el recurso al FMI. Es necesario advertir, sin embargo, que el Fondo no tiene condiciones para proteger a ninguna nación de la debacle financiera.
Es necesario enfrentar simultáneamente la política de tarifazos y despidos del gobierno, el vaciamiento del Indec y la política de congelar salarios, la complicidad con la fuga de capitales, por un lado, y la conspiración de la oposición de centro-derecha-izquierda y de todo el arco sojero, para responder a la crisis con un acuerdo con el FMI.
La iniciativa política del gobierno, a partir de la reestatización de las AFJP, ha menguado y vuelve a pasar a la oposición sojera y fondomonetarista, que se apresta a cortar rutas y a impulsar una mayor salida de capitales. Los trabajadores se encuentran aprisionados en el callejón sin salida del gobierno, por la responsabilidad de la CGT y de la CTA y de todo el piquetruchismo y progresismo kirchneristas, que creen que con esta política llegan a octubre y que encima pueden empatar las elecciones.
Tenemos que poner el centro en la lucha contra los despidos y suspensiones, y contra el tarifazo, y por la defensa de las paritarias y los aumentos salariales, y sobre esta base exigir a la CGT y a la CTA un plan de lucha. Asimismo, denunciar que la política del gobierno descarga la crisis capitalista sobre los trabajadores y que junto con la oposición busca crear las condiciones para una entrega al FMI. De este modo, los trabajadores podremos desarrollar una iniciativa política frente a la crisis y la posibilidad de la lucha por un gobierno de trabajadores.
Jorge Altamira
Clarín del miércoles 4 le dio cuatro páginas a la noticia de que Solá pactaría con Macri y de Narváez una lista para las elecciones en la provincia de Buenos Aires. Pero su conclusión fue decepcionante; según Eduardo van der Kooy, "fragmenta a la oposición". Aparentemente, el ‘lobby' de Magnetto no se conformaría con un triple empate en el distrito (Carrió, Solá, Kirchner) -un resultado que, sin embargo, no debería ser visto como ‘anormal' en una elección de renovación parlamentaria. Clarín quiere, aparentemente, un resultado por nocaut, que debería ser -dice- "producto de la polarización". En la Capital, Carrió ya ha levantado las objeciones a un acuerdo con Macri. La ‘transparencia republicana' está al servicio de cualquier cosa -en especial de una alianza con privatizadores y enemigos de los derechos sociales. Una alianza de este tipo en la Ciudad y en la Provincia sería, sin embargo, algo más que un acuerdo electoral: equivaldría a un gobierno en espera. "La orden de que la oposición se una, informa Crítica (25/1), partió a fin de año de la Asociación Empresaria Argentina (AEA), el selecto club que integran los jefes de las mayores firmas del país". Una conspiración en regla.
Clarín, de nuevo, ha puesto en marcha una campaña para que Kirchner busque un acuerdo con el FMI, a sabiendas de que el gabinete se encuentra dividido sobre la cuestión. Massa y Boudou, fogoneados por Alberto Fernández, son partidarios del acuerdo. La Nación dice que sería un pacto con "el FMI de Obama" (¡qué tranquilidad!), y conforma al gobierno con la observación de que gran parte de la tarea ya estaría hecha, porque las minidevaluaciones del peso ya han producido una gran devaluación del 15 por ciento en seis meses. El domingo pasado, Clarín se jugó con todo en un editorial: "Es necesario considerar con realismo y sin anteojeras ideológicas, la posibilidad, QUE YA SE ANALIZA EN DESPACHOS OFICIALES, de volver a negociar un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional". Es casi un ultimátum, que viene acompañado con el planteo de que "la oposición... tiene un papel decisivo a cumplir". "Siempre se puede maquillar el viraje", se alegra el privatizador Miguel Kiguel, quien de paso advierte "que ahora se trata del ‘Fondo de Obama', y no el de Bush" (La Nación, 25/1). La burguesía argentina no quiere el financiamiento de la Anses sino el del FMI.
Los ajetreos por las elecciones parlamentarias de octubre esconden, por lo que se ve, otras intenciones, pues un acuerdo con el FMI sería esencialmente un pacto para devaluar, ‘recomponer' tarifas (que dejarían chiquito el tarifazo reciente) y congelar salarios. La UIA ya ha recomendado a sus socios no mentar el tema salarial hasta marzo (dejar que Moyano hable solo), para cuando prevé que estará definida la decisión de traer de nuevo al FMI. Pero semejante acuerdo con el Fondo cambiaría todas las relaciones de fuerza actuales, y precipitaría un cambio en el gobierno o el cambio de gobierno. La oposición patronal tiene un ojo puesto en esta perspectiva.
En esta misma línea hay que entender el pronunciamiento concertado de Schiaretti y Binner, por un lado, y de la Coalición Cívica y la UCR, por el otro, para que el gobierno suspenda las retenciones a las exportaciones de soja y libere el resto de las exportaciones agropecuarias. Lo hacen a sabiendas de que ello provocaría un colapso fiscal, y sin importarles que sirva como premio a los capitalistas que tienen retenidas o acaparadas ocho millones de toneladas de soja. Una derogación de las retenciones es, por lo tanto, inviable - lo que están reclamando es una devaluación lisa y llana que compense a los sojeros por las retenciones.
El gobierno ‘resiste' a estas presiones con concesiones crecientes a los capitalistas. Por un lado sigue devaluando, por el otro renegocia la deuda pública pagando un mayor costo en concepto de intereses. Está desvalijando a la Anses para financiar a pulpos como la cementera Minetti, y ha abierto una línea de créditos a las exportadoras de cereales. El Ministerio de Trabajo, por su parte, avala los despidos y suspensiones, como está ocurriendo en la industria automotriz de Córdoba y en Villa Constitución y Rosario; ataca al cuerpo de delegados del Subte y rechaza los reclamos de los trabajadores de la vaciada Indugraf. Está planteando que las paritarias no se convoquen o que no discutan salarios. Ha producido un tarifazo para que las empresas de servicios paguen sus deudas con el exterior, o sea que siga la fuga de capitales. Se prepara para alcanzar un acuerdo con los bonistas que no entraron en el canje de deuda de 2004, y para pagar al Club de París la deuda fraudulenta estatizada por Cavallo y por Alfonsín. Sostiene que, de este modo, neutraliza la presión para ir al FMI, cuando en realidad está preparando las condiciones para ello, mientras cumple la función de descargar los costos de la crisis sobre los trabajadores.
El tema es muy simple: los países periféricos están sufriendo un enorme drenaje de dinero porque los capitalistas internacionales necesitan saldar deudas que la crisis impide refinanciar, y porque otros capitalistas, que saben de esto, están especulando a la devaluación de las monedas. Esto se percibe con claridad en Rusia, donde las mini-devaluaciones han fracasado para contener la crisis: el rublo se ha devaluado un 35 por ciento y está a punto de quebrarse por completo. Putin enfrenta una crisis extrema. Lo mismo ocurre en todos los países del Báltico y de Europa oriental, y algo similar afecta a Brasil. Aunque el gobierno junte las monedas para pagar la deuda, no puede frenar el proceso de la crisis capitalista ni el derrumbe financiero de las periferias. Incluso Gran Bretaña se encuentra al borde de la cesación de pagos y discute el recurso al FMI. Es necesario advertir, sin embargo, que el Fondo no tiene condiciones para proteger a ninguna nación de la debacle financiera.
Es necesario enfrentar simultáneamente la política de tarifazos y despidos del gobierno, el vaciamiento del Indec y la política de congelar salarios, la complicidad con la fuga de capitales, por un lado, y la conspiración de la oposición de centro-derecha-izquierda y de todo el arco sojero, para responder a la crisis con un acuerdo con el FMI.
La iniciativa política del gobierno, a partir de la reestatización de las AFJP, ha menguado y vuelve a pasar a la oposición sojera y fondomonetarista, que se apresta a cortar rutas y a impulsar una mayor salida de capitales. Los trabajadores se encuentran aprisionados en el callejón sin salida del gobierno, por la responsabilidad de la CGT y de la CTA y de todo el piquetruchismo y progresismo kirchneristas, que creen que con esta política llegan a octubre y que encima pueden empatar las elecciones.
Tenemos que poner el centro en la lucha contra los despidos y suspensiones, y contra el tarifazo, y por la defensa de las paritarias y los aumentos salariales, y sobre esta base exigir a la CGT y a la CTA un plan de lucha. Asimismo, denunciar que la política del gobierno descarga la crisis capitalista sobre los trabajadores y que junto con la oposición busca crear las condiciones para una entrega al FMI. De este modo, los trabajadores podremos desarrollar una iniciativa política frente a la crisis y la posibilidad de la lucha por un gobierno de trabajadores.
Jorge Altamira
Publicado en Prensa Obrera nº 1071
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